viernes, 13 de noviembre de 2009

¡Salvad a los maltratadores!

Javier Vizcaino

Público
13
Nov 2009

Como ya sospechábamos, los defensores oficiales de la familia lo son según y cómo. Por ejemplo, para ellos no es lo mismo el tremebundo crimen del aborto -¡excomunión a quien lo apoye!, advierte el purpurado Martínez Camino- que darle una manita de palos a la parienta o, si llega el caso, cargársela porque te ha colmado la cristiana paciencia. ¿Que qué barbaridad es esa? Pregúntenle a Juan Manuel De Prada, que el miércoles dijo ante los azules micrófonos de Cope lo siguiente sobre los malos tratos a mujeres: “Las razones por las que una persona recurre a la violencia no son necesariamente porque desee someter o ejercer un poder o pisarle el pescuezo a otra. Puede ser, simplemente, porque hay un rapto de ira en ese momento”. Transcripción literal, que conste.

No se quiten aún la armadura, que quedan algunas embestidas del mismo pelo. Antes de que las ondas episcopales difundieran esa fatua, Cristina López Schlichting ya había dejado en el éter estas palabras: “Ocurre muchas veces que la relación entre un hombre y una mujer puede ser tan insidiosa y tortuosa, que sea el hombre quien levante la mano -que este es el problema que nos estamos encontrando- y que en cambio haya todo tipo de vejaciones y de malos tratos de la mujer hacia el hombre. Los hijos son víctimas de ese odio entre ambos y, sin embargo, el único que paga es el varón”.

Maltratador y padre ejemplar

La nada sospechosa Isabel San Sebastián, presente en la misa negra, trató en vano de hacer ver a sus compañeros de francachela que estaban desbarrando. Pero aún tuvo que asistir a la defensa de la ejemplar paternidad de los maltratadores. “Te encuentras con personas que hacen actos absolutamente reprobables y pueden ser egregios en el trato de los hijos”, teorizó Cristina. Al quite, De Prada remató: “El que una persona le haya pegado a otra o le haya infligido algún tipo de lesión no quiere decir que a sus hijos vaya a ocasionarles ese tipo de lesión”. En la Cope, se lo juro.

El punto de partida de este concurso de sobradas fue la unanimidad alcanzada en el Congreso para que la Ley contra la violencia de género sea más efectiva. Increíble pero cierto, ese consenso ha sentado bastante mal a los opinadores de la diestra. Tomen como ejemplo a Edurne Uriarte, que tras calificarlo en su columna de ABC como “desvarío de género”, sentenció: “Cualquier cosa se apoya con tal de no ser tachado de machista. Sin llamarte necesariamente Bibiana Aído”. Ilustrativo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La mitad del cielo

Aunque este blog empieza a parecer un monográfico de Soledad Gallego, he subido esta noticia porque creo que nos puede servir para reflexionar en relación al proyecto de Milytantas.

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 01/11/2009

El libro de mayor éxito en Estados Unidos en estos momentos, la página de entrada en Amazon.com, es un extraordinario trabajo periodístico que se llama La mitad del cielo: cómo cambiar opresión en oportunidad para las mujeres de todo el mundo. Las mujeres sostienen la mitad del cielo, dice el refrán chino que da origen al título. Pero esas mujeres, considerando el mundo en su conjunto, son apaleadas, violadas, dejadas morir e ignoradas sin que nadie parezca dar suficiente importancia a esa situación. El periodista norteamericano Nicholas Kristof y su mujer, la periodista chino-americana Sheryl WuDum, han escrito un formidable alegato para ayudar a que se comprenda que la lucha por los derechos de las mujeres en el mundo en desarrollo es una batalla parecida a la que se libró en su día contra el totalitarismo o contra la esclavitud. "Creo que éste es uno de los libros más importantes que he leído en mi vida", escribe, asombrada, Carolyn See, crítica de The Washington Post. "Este libro pretende cambiar una dinámica y un paradigma", asegura la prestigiosa The New York Review of Books.
"Las mujeres sostienen la mitad del cielo", cantaba Ruby Turner, una vocalista británico-jamaicana de R&B en los años ochenta. Pero según descubrió el premio Nobel Amartya Sen, en un trabajo publicado diez años después, cien millones de mujeres han desaparecido. Es decir, según las estadísticas, han nacido y deberían estar vivas, pero no lo están, porque han muerto antes de tiempo,
¿Por qué está teniendo hoy La mitad del cielo un impacto tan formidable? Quizá porque está maravillosamente escrito (Kristof y WuDum son premios Pulitzer), pero, sobre todo, porque es un gran trabajo de investigación y recopilación de datos ofrecido de manera inteligible y llena de fuerza. Es un libro hecho con el mejor periodismo del mundo, el de dos profesionales que miraron a su alrededor y se asombraron de lo que veían. Kristof y WuDum estaban en China cuando ocurrió la masacre de Tiananmen y escribieron páginas y páginas sobre aquella violación de los derechos humanos. Después, cuentan ellos mismos, toparon con un oscuro y meticuloso estudio demográfico en el que se establecía que cada año mueren en China 39.000 niñas porque sus padres no les dan la misma atención médica que a los varones. "Empezamos a preguntarnos si nuestras prioridades periodísticas estaban bien orientadas".
¿Está bien orientada la lucha por los derechos humanos en el mundo? ¿Está bien orientada la lucha de los movimientos feministas? La discriminación de género, para muchas personas, mujeres incluidas, en el primer mundo trata de desigualdad en los sueldos y del techo de cristal, dos asuntos importantes, como lo son todas las injusticias.
Pero la discriminación de género, si se analiza a otro nivel, es un escándalo monstruoso que se lleva por delante la vida de millones de mujeres. La prioridad es afrontar la mayor catástrofe humanitaria que está sucediendo delante de nuestros ojos, sin que hagamos absolutamente nada para impedirlo. Sue Halpern se asombra en la NY Review of Books de que la violación no haya sido considerada como crimen de guerra hasta hace sólo un año, y eso después de enormes esfuerzos en Naciones Unidas. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que no sea noticia que 100.000 niñas sean secuestradas cada año en China para instalarlas en burdeles y traficar con ellas por medio mundo? ¿Que centenares de miles de mujeres sufran la fístula obstétrica sin que su erradicación sea una prioridad de la OMS?
El libro de Nicholas Kristof y Sheryl WuDum está lleno de fuerza porque buscan a esas niñas y a esas mujeres y las hacen hablar. Y está también lleno de indignación y de esperanza porque mantienen que es posible luchar contra esa situación, como lo fue luchar contra la esclavitud. Seguramente no fue fácil, pero en un momento dado se consideró una tarea prioritaria sobre todas las demás. ¿No ha llegado aún la hora para esos cien millones de mujeres?

domingo, 27 de septiembre de 2009

Elijamos una Ms. Europa


SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 27/09/2009
Lo primero que harán los 27 jefes de Gobierno de la Unión Europea, en cuanto Irlanda ratifique el Tratado de Lisboa, será negociar el nombramiento del primer presidente de la UE, el primer "Mr. Europa", que represente a la Unión en los foros internacionales... ¿Pero, por qué hablamos de "un presidente" y un "Mr. Europa" y no de "una presidenta" o una "Ms. Europa"? ¿Por qué los medios de comunicación hablan del británico Tony Blair, el español Felipe González o el luxemburgués Jean Claude Juncker, entre otros posibles candidatos, y nadie alude a la irlandesa Mary Robinson, la sueca Margot Wallström o a la presidenta de Finlandia, Tarja Halonen, tan capacitadas como ellos para ocupar el puesto?
De hecho, si se miran bien las cosas, ningún candidato es mejor que la irlandesa Mary Robinson, ex presidenta de su país de 1990 a 1997 y ex comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (1997-2002). Desde luego, no es mejor candidato Tony Blair, por mucho que esté haciendo una intensa campaña en las principales cancillerías de la UE para lograr el puesto. Blair fue un primer ministro que, en el mejor de los casos, fue engañado sobre la capacidad nuclear del régimen de Sadam Husein y, en el peor, ocultó la realidad a sus compatriotas para poder seguir apoyando la guerra de Irak y la política de Bush. ¿Por qué deberíamos ahora olvidar esa parte tan importante de su biografía y darle nuestro apoyo para que nos represente en el mundo? Europa no se parece, ni pretende parecerse, a Blair. Para colmo, el ex primer ministro representa a un país, el Reino Unido, que siempre se ha distinguido por poner palos en las ruedas de todo proceso de integración europea que no sea estrictamente comercial, y, además, en los últimos años, ha demostrado muy poco entusiasmo en su desempeño internacional como enviado especial para Oriente Próximo.
Es cierto que Irlanda es el país que más ha comprometido el futuro de la UE, con su inicial negativa a respaldar el Tratado de Lisboa, pero también lo es que Irlanda aprobó su adhesión a la CE, en 1973, por más del 80% de los votos y que su maravillosa transformación se ha realizado bajo el paraguas europeo. Y, por encima de todo, está la personalidad de la propia Mary Robinson, que consiguió, en los cinco años en los que fue Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el respeto de la mayoría de los países del mundo.
Robinson no pudo desempeñar un segundo periodo en la ONU por la animadversión del Gobierno de Bush, al que criticó duramente por el trato que daba a los prisioneros talibanes, tanto en Guantánamo como en otras bases norteamericanas. La ex presidenta irlandesa, una de las pocas voces que criticó también a Rusia, por su sangrienta represión en Chechenia, advirtió desde el primer momento que la respuesta occidental a los ataques terroristas podría socavar la protección de los derechos humanos en todo el mundo. Alguien podría alegar que esas malas relaciones con Estados Unidos dificultarían su papel como presidenta europea, pero, afortunadamente, los tiempos han cambiado y Robinson se encontró entre las primeras personas a las que Barak Obama condecoró con la Medalla de la Libertad, la máxima distinción civil norteamericana.
Robinson daría una imagen poderosa y atractiva de Europa, incluso para los propios europeos, especialmente para los más jóvenes, interesados en su experiencia humanitaria y su reconocido trabajo en ONG. Una mujer así, de 65 años, con formidable experiencia internacional, carácter y fama de integridad personal, sería capaz de dejar una magnífica impronta en un puesto, la presidencia de Europa, que está mal diseñado y que tiene un contenido y unas competencias muy ambiguas. En cualquier caso, nunca sería peor que Tony Blair, Jean Claude Juncker, Felipe González, Bertie Ahern, Wolfgang Schüssel, Guy Verhofstadt, Paavo Lipponen, Carl Bildt, Poul Rasmussen, Jan Peter Balkenende..., es decir que todos los otros posibles candidatos varones.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

La ideología del velo

Por Soledad Gallego Díaz
El debate sobre el velo que llevan, cada vez más, las mujeres musulmanas no sólo en el mundo árabe más tradicional sino también en países con sociedades urbanas algo más laicas como Argelia, Marruecos o Egipto, o incluso entre las segundas y terceras generaciones de inmigrantes en países europeos, se despacha muchas veces con demasiada rapidez, interpretando ese fenómeno como una simple reacción, una manera de reforzar sus señas de identidad culturales. La realidad parece ser más compleja y conviene prestar atención a lo que dicen las propias investigadoras musulmanas sobre el tema. Por ejemplo, tomar en consideración el último libro publicado por Marnia Lazreg, profesora de la Universidad de Nueva York, considerada como una de las mayores especialistas en estudios sobre la mujer en Oriente Próximo. Questioning the veil: open letters to muslim women (Princeton University Press) mantiene que la extensión del uso del velo no forma parte de un movimiento cultural sino que es producto de una política determinada, una campaña muy intensa diseñada por hombres musulmanes empeñados en atajar los movimientos a favor de los derechos de las mujeres musulmanas.
A la mujer que lleva ’burka’ se le niega su condición de persona. Se convierte en una abstracción
Esta profesora argelina no cree que los países democráticos deban legislar sobre la forma de vestir de sus ciudadanos, pero reclama una mayor atención sobre las consecuencias del uso del velo y sobre el efecto que tiene, especialmente en las mujeres más jóvenes. Lazreg no oculta su desprecio por posiciones como las de Naomi Wolf, la escritora norteamericana que se considera representante de una "tercera oleada" del movimiento feminista y que cree que el velo libera a las mujeres musulmanas de la presión sexual en países fuertemente machistas y les permite una mayor libertad personal. Marnia Lazreg piensa que este tipo de ideas y teorías pretendidamente académicas "valen para una charla de café" pero que son "simples y peligrosas". Lamenta también que intelectuales musulmanes como Tariq Ramadan acepten planteamientos tan simplistas.
En su labor de investigación, la socióloga pregunta a muchas mujeres musulmanas las razones por las que llevan el velo y encuentra que, en la mayoría de los casos, creen que es una imposición del Corán (lo que no es cierto). Las que vuelven a ponerse el velo, después de habérselo quitado o de no haberlo llevado nunca, no lo están haciendo, en muchas ocasiones, como muestra de piedad religiosa. Tampoco lo hacen como demostración de su identidad cultural. La mayoría está sucumbiendo sencillamente a una fuerte presión, una campaña que se desarrolla por tierra, mar y aire: desde vídeos en YouTube hasta DVD, literatura... El uso del velo responde más a las idas y venidas de las ideologías imperantes en el mundo musulmán, y al machismo más atroz, que a cuestiones culturales o de modestia religiosa, deduce. Y las mujeres musulmanas deben darse cuenta de ello porque sólo será posible suprimirlo si ellas se convierten en agentes sociales del cambio, como empezó a serlo en los años sesenta.
Lazreg distingue, por supuesto, entre el uso del burka (que tapa a la mujer de la cabeza a los pies y la obliga a mirar a través de estrechas ventanas) y los otros tipos de velo que llevan las mujeres musulmanas. Y no tiene paciencia para esperar la desaparición del burka, una prenda que impide el reconocimiento del individuo y niega al ser humano que lo lleva. Una mujer que lleva el burka es una mujer a la que se niega la condición de persona, de individuo, y que se convierte en una abstracción, con el enorme riesgo que ello supone incluso para su integridad física. El velo tiene un efecto mucho menos perverso, pero aun así tiene consecuencias psicológicas importantes para las jóvenes muchachas que comienzan a llevarlo y a las que se intenta convencer asegurándoles que implica el orgullo de ser musulmán, cuando se trata de una señal de sometimiento relacionada con las mujeres y no con su religión.
Fuente: El País

lunes, 29 de junio de 2009

VIOLENCIA DE GÉNERO Y SOCIEDAD

TRIBUNA: MARGARITA MARÍA PINTOS
EL PAIS

27/06/2009
La violencia contra una mujer no debe dolerle sólo a ella, sino a toda la sociedad. Todos habríamos hecho lo mismo. No se puede tolerar que estos desalmados actúen al margen de la ética, que es nuestro patrimonio". Así se expresó, por boca de su esposa, al recibir la medalla de oro de la Universidad Camilo José Cela, el profesor Jesús Neira, salvajemente agredido cuando salió en defensa de una mujer golpeada por su novio.

¿Es verdad que la violencia contra las mujeres duele a toda la sociedad? ¿En una situación similar a la del profesor Neira, todos habríamos hecho lo mismo? La persistencia de la violencia de género y la insensibilidad de la sociedad ante ella, como demuestra la falta de gestos colectivos de repulsa, apuntan a una respuesta negativa.

"Cada tres minutos, una mujer es golpeada. / Cada diez minutos, una muchachita es acosada... / Cada día aparecen en callejones, / en sus lechos, / en el rellano de la escalera, cuerpos de mujeres". Esto escribía hace casi cuatro décadas la poetisa afroamericana Ntozake Shange. Hoy la situación ha empeorado y el martirologio de género crece vertiginosamente. Según el Ministerio de Igualdad, en España a lo largo de 2008 fueron asesinadas por sus parejas 70 mujeres, a las que hay que sumar 30 más este año. Estudios recientes sobre la violencia de género demuestran que la mayoría de asesinatos de mujeres se producen en la propia casa a manos de los varones con los que conviven o han convivido.

Ésta es la forma extrema de violencia de género, pero hay otras muchas que sufren las mujeres: abusos sexuales en las escuelas, parroquias, seminarios, familias y lugares de trabajo; turismo sexual en Asia, África y América Latina; mutilación de órganos genitales; lapidaciones bajo la acusación de infidelidad o adulterio; violaciones específicamente sexuales de los derechos humanos; agresiones y penas de muerte a lesbianas; prostitución forzada y prostitución de niños y niñas; violaciones colectivas en tiempos de guerra; violaciones dentro del matrimonio y durante el noviazgo; trabajo doméstico agotador; explotación de las "empleadas de hogar"; condiciones inhumanas en que viven las mujeres inmigrantes; prácticas sexuales sadomasoquistas; agresiones físicas y psíquicas; contagio del sida por los propios esposos o compañeros; asesinatos en serie; infanticidio femenino; abusos sexuales con enfermas mentales, etcétera. A todas ellas hay que sumar otras formas de violencia económica y cultural en la sociedad, en los medios de comunicación y en la publicidad.

La violencia de género no responde a un comportamiento aislado o perverso, propio de unos cuantos varones desalmados que actúan por maldad o a quienes se les cruzan los cables y en un momento de arrebato se les va la mano y golpean brutalmente a las mujeres hasta asesinarlas. Ésa es la imagen que un patriarcado supuestamente benévolo quiere transmitir a la sociedad y que ha conseguido instalarse en el imaginario social como explicación psicológica. Pero las cosas son muy distintas. La violencia contra las mujeres es estructuralmente normativa y debe entenderse y analizarse en términos sistémicos. Es el instrumento -el arma, mejor- habitual del patriarcado para mantener el poder y ejercerlo despóticamente sobre las personas que considera inferiores: las mujeres, las niñas y los niños. "La violencia contra las mujeres constituye el núcleo esencial de la opresión kiriarquica", afirma la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza, que entiende el kiriarcado como el gobierno del emperador/señor/amor/padre/esposo sobre sus subordinados. Esa violencia no es sólo física; comprende también "la construcción cultural y religiosa de unos cuerpos femeninos dóciles y de unas personalidades femeninas sumisas".

Esta idea es compartida por Joanne Carlson Brown, ordenada ministra de la Iglesia Metodista Unida y editora de la obra Cristianismo, Patriarcado y Abuso: una crítica feminista, para quien la violencia y los abusos sexuales son los principales instrumentos del patriarcado en apoyo del dominio de los hombres sobre las mujeres. Lo más grave y preocupante es que en este juego de poderes el cristianismo -al menos la mayoría de sus dirigentes y de sus teólogos- apoya a una de las partes, y no precisamente a la más vulnerable.

El patriarcado no actúa en solitario, sino en complicidad con otros poderes y modelos opresores de organización, como el racial, el económico, el político, el militar, el religioso y el homofóbico. El patriarcado tiene un pacto, expreso o tácito, con todos ellos. Su actuación conjunta da como resultado la sumisión de las mujeres a la lógica de los varones, su invisibilidad social, política y religiosa, su negación como sujeto y, en algunos casos, su desaparición física, como las siete mujeres que fueron asesinadas el año pasado a tiros en Chechenia por no someterse a la rígida moral islámica.

El feminismo, una de las pocas revoluciones incruentas de la historia, provoca en el patriarcado una reacción violenta insospechada e inesperada, a veces legitimada por la jerarquía eclesiástica, que considera la "teoría de género" como una "revolución insidiosa" (monseñor Cañizares) y la "revolución sexual" una de las responsables del "alarmante aumento de la violencia doméstica, abusos y violencias sexuales de todo tipo, incluso de menores en la misma familia" (Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España, aprobado en la LXXXI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal española el 21 de noviembre de 2003).

Más grave aún, el cardenal Cañizares, tras pedir perdón por la violencia sexual contra menores en las escuelas irlandesas durante varias décadas, relativiza la gravedad de esos abusos en comparación con el aborto. ¡Qué irracionalidad! Pero la irracionalidad episcopal llega a extremos difícilmente superables en el caso de Alfa y Omega, semanario de la Archidiócesis de Madrid, que llega a afirmar: "Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal" (sic). ¡Toda una legitimación "religiosa" de la violación y una gravísima agresión contra las personas violadas, que denunciamos y consideramos un verdadero delito! ¿Compartirán todos los obispos estas afirmaciones tan inmisericordes firmadas por Ricardo Benjumea, redactor jefe del "semanario católico de información" citado?

En las religiones existen modelos de dominación patriarcal que llevan a aceptar y legitimar la autoridad injusta y a influir negativamente en experiencias vitales como el amor, el cuerpo, el placer, la espiritualidad y lo sagrado, y justifican el sufrimiento de las mujeres apelando a su sentido redentor. Esos modelos de dominación no sólo no fomentan el placer, sino que lo asocian con el egoísmo. Peor aún, infligen en las mujeres dolor, al que reconocen sentido redentor y, en el caso del cristianismo, ponen como ejemplo a imitar los sufrimientos de Cristo y de los mártires.
En su obra Placer sagrado (Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1998), Riane Eisler distingue dos formas de estructurar las relaciones humanas: la solidaria o gilámica y la androcrática o dominadora. En cada modelo se establecen unas relaciones entre sexo, poder y amor, así como entre dolor, placer y sagrado. El primero sitúa a los hombres junto a las mujeres, a los gobernantes al servicio de los súbditos y al ser humano en comunicación simétrica con la naturaleza. Eisler demuestra desde la arqueología, el arte, el folclor y la mitología, que la dirección original en la estructuración de las relaciones humanas fue el modelo solidario y que posteriormente se produjo un vuelco cultural a favor del modelo androcrático. Creemos que para luchar contra la violencia de género es necesario volver al modelo gilámico de relaciones humanas, que debe estructurarse en torno a la solidaridad y que considera el placer "sagrado".

miércoles, 27 de mayo de 2009

HOMBRES QUE AMAN A MUJERES

Hombres que aman a mujeres
Gemma Lienas 11/05/2009
Pasado el Día del Libro, empieza la cuesta de mayo para las librerías catalanas, que capean la crisis poniendo el énfasis en las novedades, tal como hacen las editoriales. O incluso más, ya que éstas se dan con un canto en los dientes si consiguen mover su catálogo mientras que aquéllas, por falta de crédito bancario, se ven obligadas a devolver el fondo. Entre tantas malas noticias, me alegra por lo menos saber que dos de los libros más vendidos continúan siendo los del sueco Stieg Larsson: Los hombres que no amaban a las mujeres (en sueco, Hombres que odian a mujeres) y La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina.
No deja de sorprenderme -y de confortarme- que hayan entusiasmado a tanta gente unas novelas impregnadas de feminismo, feminismo que se traduce en los temas elegidos y su tratamiento: la violencia de género, el incesto, la explotación sexual de las mujeres mediante la prostitución... y que se resumen en uno, la misoginia. Feminismo que se percibe en el planteamiento de los principales personajes femeninos, Lisbeth Salander y Erika Berger, autónomos desde todos los puntos de vista. Y feminismo también el del personaje masculino, Mikael Blomkvist, cuyas relaciones con las mujeres son libres, respetuosas y equitativas.
No era preciso que la viuda de Stieg Larsson nos confirmara que éste fue un feminista convencido. Se nota.
Es posible que Harold Bloom, el crítico estadounidense y hacedor del canon occidental, ya haya rechazado las novelas del sueco, entre otras razones, por tratarse de literatura "feminista". Sabido es que Bloom denosta lo que él llama literatura gay, literatura feminista o literatura afroamericana, cuando estas categorías, en mi opinión, no existen más que en su mente androcéntrica. Instalado en el centro del poder, dictamina qué es lo neutral y qué es lo ideológico. O dicho de otra forma, lo central y lo periférico.
Y, sin embargo, no existe la neutralidad ideológica en literatura: cualquier texto tiene una posición, la de la mirada de quien lo escribe. De este modo, Historia de mis putas tristes, de García Márquez, es un libro machista pese a que la crítica, generalmente de mirada androcéntrica, no pudo percibirlo así. Es decir, esta novela se considera literatura sin adjetivos, lo que es una excelente noticia siempre que el criterio se aplique sistemáticamente y deje de hablarse, por ejemplo, de literatura de mujeres.
Ciertamente, la literatura proporciona un goce estético innegable por lo que no puede juzgarse por razones puramente ideológicas. Y, sin embargo, es obvio que la ideología dominante de una obra puede ejercer un efecto negativo en quien la lee. El corazón helado, de Almudena Grandes, una impactante novela, quizá desagradará a la gente partidaria del borrón y cuenta nueva y, sin embargo, será bien recibida por quienes creen preciso poner en pie la memoria de las personas que lucharon por unos valores democráticos arrebatados por los insurgentes.
Por ello mismo, no deja de resultarme insólito el éxito de Larsson. ¿Será posible -me digo- que esos hombres y mujeres que se irritan sobremanera en cuanto oyen la palabra feminismo se hayan tragado tan ricamente y sin protestar esas casi 1.400 páginas? Lo más probable es que lectoras y lectores no hayan establecido ni el más mínimo vínculo entre la ideología que destilan las novelas de Larsson y lo que creen que es el feminismo.
Ello puede llevarnos a alguna conclusión. La primera, que lo ignoran casi todo del feminismo, una revolución incruenta cuyas portavoces han tenido pocas oportunidades de expresarse en público, mientras que detractores y -sobre todo- detractoras han dispuesto de altavoces a porrillo, lo que ha generado un estado de opinión contrario. La segunda, que una parte de la ciudadanía, tal vez sin saberlo, está a favor de una sociedad más justa y de ver reconocidos por completo -no sólo a cachitos- los derechos de las mujeres; lógico, es imposible considerarse plenamente demócrata sin ser también feminista.

lunes, 27 de abril de 2009

miércoles, 25 de marzo de 2009





Las Linces somos tod@s
Súmate a la protesta contra la campaña de los obispos

Milytantas se suma a Las Linces. Un gesto en la red para responder a los obispos... no podrán impedir que la sociedad avance en derechos.

Por el cambio de la ley del aborto en España! Súmate tu también a Las Linces.


sábado, 14 de marzo de 2009

MUJERES: FORMACIÓN DESAPROVECHADA

Articulo del periódico PÚBLICO del día 12 de marzo.

No es novedoso ni aportada nada que no supieramos, pero es un buen resumen claro y sencillo y resulta alentador que sea publicado por el Consejo Editorial de un periódico de tirada nacional.


http://blogs.publico.es/delconsejoeditorial/119/mujeres-formacion-desaprovechada/


La tiranía de la falta de estructuras. Jo Freeman

La tiranía de la falta de estructuras de Jo Freeman 1972-73

La tiranía de la ...





Creo que puede resultar para relfexionar sobre nuestra propia organización, aun teniendo en cuenta que es de 1972-73 y que lo considero un documento de trabajo y reflexión, no una propuesta.

Besos