Como ya sospechábamos, los defensores oficiales de la familia lo son según y cómo. Por ejemplo, para ellos no es lo mismo el tremebundo crimen del aborto -¡excomunión a quien lo apoye!, advierte el purpurado Martínez Camino- que darle una manita de palos a la parienta o, si llega el caso, cargársela porque te ha colmado la cristiana paciencia. ¿Que qué barbaridad es esa? Pregúntenle a Juan Manuel De Prada, que el miércoles dijo ante los azules micrófonos de Cope lo siguiente sobre los malos tratos a mujeres: “Las razones por las que una persona recurre a la violencia no son necesariamente porque desee someter o ejercer un poder o pisarle el pescuezo a otra. Puede ser, simplemente, porque hay un rapto de ira en ese momento”. Transcripción literal, que conste.
No se quiten aún la armadura, que quedan algunas embestidas del mismo pelo. Antes de que las ondas episcopales difundieran esa fatua, Cristina López Schlichting ya había dejado en el éter estas palabras: “Ocurre muchas veces que la relación entre un hombre y una mujer puede ser tan insidiosa y tortuosa, que sea el hombre quien levante la mano -que este es el problema que nos estamos encontrando- y que en cambio haya todo tipo de vejaciones y de malos tratos de la mujer hacia el hombre. Los hijos son víctimas de ese odio entre ambos y, sin embargo, el único que paga es el varón”.
Maltratador y padre ejemplar
La nada sospechosa Isabel San Sebastián, presente en la misa negra, trató en vano de hacer ver a sus compañeros de francachela que estaban desbarrando. Pero aún tuvo que asistir a la defensa de la ejemplar paternidad de los maltratadores. “Te encuentras con personas que hacen actos absolutamente reprobables y pueden ser egregios en el trato de los hijos”, teorizó Cristina. Al quite, De Prada remató: “El que una persona le haya pegado a otra o le haya infligido algún tipo de lesión no quiere decir que a sus hijos vaya a ocasionarles ese tipo de lesión”. En la Cope, se lo juro.
El punto de partida de este concurso de sobradas fue la unanimidad alcanzada en el Congreso para que la Ley contra la violencia de género sea más efectiva. Increíble pero cierto, ese consenso ha sentado bastante mal a los opinadores de la diestra. Tomen como ejemplo a Edurne Uriarte, que tras calificarlo en su columna de ABC como “desvarío de género”, sentenció: “Cualquier cosa se apoya con tal de no ser tachado de machista. Sin llamarte necesariamente Bibiana Aído”. Ilustrativo.
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