domingo, 30 de mayo de 2010

¡GRACIAS GEMMA! por El ladrillo y el burdel



GEMMA LIENAS 29/05/2010

Últimamente, he dado algunas conferencias a estudiantes de secundaria. En los centros de las zonas menos ricas, ya fuera en pequeños pueblos perdidos en la sierra de Grazalema, poblaciones grandes a orillas del Mediterráneo o suburbios deprimidos de las grandes ciudades, me ha sorprendido la unanimidad del profesorado al analizar la deserción de alumnos, mayoritariamente chicos, aunque también algunas chicas, antes de terminar los estudios obligatorios. ¿La razón? En esta sociedad que hemos construido, la formación académica carece de prestigio y de interés. Lo que motiva a una gran mayoría de jóvenes, dice el profesorado (y a un alto porcentaje de adultos y adultas, añado yo), es el dinero, por lo que parte del alumnado está dispuesto a abandonar los libros a cambio de unos ingresos altos, fáciles y rápidos.

Así, durante los años en que España fue hinchando la burbuja inmobiliaria, muchos estudiantes tiraban la toalla casi sin haber cumplido la edad legal para trabajar y se metían a albañiles. Con salarios cercanos a los 3.000 euros mensuales -dicen sus profesores-, vivían una vida que no les correspondía. Se creían poderosos, cuando sólo eran ignorantes y pretenciosos. Como España.

Finalmente, la burbuja inmobiliaria nos explotó en plena cara. Y España tuvo que apearse del espejismo. Los jóvenes obreros sin formación, también: no tenían trabajo, estaban endeudados porque se habían comprado coches caros y, aparte de poner ladrillos, no sabían hacer nada. Han tenido que apretarse el cinturón. Como España, con deudas y gastos cuantiosos, y sin embargo, con las arcas vacías. Las municipales lo están, sobre todo, porque el negocio de la construcción se ha ido al garete.

Entonces, el país piensa que debe centrarse en una nueva fórmula de crecimiento. La innovación, dicen quienes ven en esta receta una solidez y estabilidad que no tenía el modelo del ladrillo a troche y moche.

Lo malo es que muchos de nuestros jóvenes parados no pueden dedicarse a innovar ni a prácticamente nada si antes no se reciclan y vuelven a ponerse a estudiar seriamente. Pero ¿y las arcas municipales? ¿Cómo vamos a llenarlas, mientras la innovación no sea una realidad?

Al alcalde de Capmany (Alt Empordà) se le ocurrió la solución hace ya algunos meses: poner un burdel en el municipio. Dijo el alcalde: "Un prostíbulo es más rentable que un hotel". Y yo supongo que, para que a otras localidades les resultara provechoso, la cantidad de lupanares debería ser proporcional al número de habitantes.

Ahora TVE se ha apuntado a la idea de que la solución económica en España pasa por potenciar "el oficio más viejo del mundo", o sea, la prostitución. Así, el 11 de mayo la cadena pública española emitió un lamentable reportaje titulado Burdeles, SA, en el que presentaba la industria del sexo como una de las más prósperas del país, capaz de crear muchos puestos de trabajo y de generar mucha riqueza.

Me digo que, quizás, si esa idea de crecimiento económico a través de la implantación de burdeles prospera, dentro de un tiempo me contarán en los institutos que las chicas abandonan los estudios para meterse a putas. ¿Se escandalizan? No sé por qué; algunos alcaldes españoles y nuestra televisión pública lo ven bien.

También lo ven bien algunas de las personas entrevistadas en el programa. Niegan que su pueblo pueda ser reconocido como el de las putas porque, dicen, "del pueblo no hay ninguna".

Y usted, ¿es de los que consideran que la prostitución es oportuna solo si la ejercen las inmigrantes? ¿Reaccionaría favorablemente si su hija le dijera que abandona los estudios para meterse a puta porque quiere ganar dinero rápido?

Afortunadamente, una serie de asociaciones de mujeres no comparten la visión del reportaje Burdeles, SA, ya que consideran que la prostitución es un atentado contra los derechos humanos. Por ello, han mandado una carta al presidente de la corporación de RTVE protestando por la emisión de ese programa. Estaría bien que más voces se sumaran a la protesta.

sábado, 15 de mayo de 2010

Declaración en contra del uso clínico y legal del llamado Síndrome de Alienación Parental

La Asociación Española de Neuropsiquiatría hace una declaración en contra del uso clínico y legal del llamado Síndrome de Alienación Parental

Miércoles, 13 de mayo del 2010 / NACIONAL

En los últimos años en España, lo mismo que en otros países de nuestro entorno, se ha ido infiltrando en las sentencias judiciales bajo la supuesta rúbrica científica del SAP argumentos para cambios de custodia u otras acciones legales de enorme repercusión para el niño y la familia; argumentos sin embargo no aceptados por una amplia mayoría de profesionales de salud mental.

http://www.aen.es/noticias/366-noticias-breves/246-declaracion-de-la-aen-contra-el-uso-clinico-y-legal-del-llamado-sindrome-de-alienacion-parental-sap-2104-2010

martes, 11 de mayo de 2010

Caperucita Roja y Bibiana feroz



Laura Freixas. La Vanguardia.

Qué jaleo es este, el que se ha armado a propósito del supuesto intento de Bibiana Aído de "meter cuchara" (una articulista dixit)en los cuentos infantiles de toda la vida? Para empezar, ¿qué ha ocurrido? Los hechos son estos: el Ministerio de Igualdad ha firmado un convenio con la Federación de Enseñanza de UGT para fomentar la igualdad en las aulas; y en él se afirma: "Los cuentos infantiles están llenos de estereotipos. Casi todas las historias colocan a las mujeres en una situación pasiva, en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que salvarla". En cuanto a Bibiana Aído en persona, no ha dicho nada. Lo que no obsta para que se la haya acusado de todo: de "achicar los espacios del pensamiento", "emplear las tijeras de podar en la literatura infantil", "habitar un mundo desolado de relativismo y deconstrucción" (sic)y hasta de "no entender Blancanieves"...

Amí, en todo este revuelo, me molestan tres cosas que, más allá de este caso concreto, se están volviendo norma general. Una, que se califique de censura ("piquete moralista", ha escrito alguien) lo que no es más que sentido crítico, el intento de hacer que la gente piense en vez de tragarse sin más lo que le echen, sean cuentos infantiles u otra cosa. Dos, la idea subyacente de que de un lado está - cual inocente Caperucita-el sentido común, o la naturaleza de las cosas, o la tradición o la calidad o la libertad de los lectores, y del otro, sólo del otro, como el Lobo Feroz, la ideología. Como si los cuentos infantiles - o el canon occidental, o la publicidad, o la lengua española-fueran indiscutibles e invariables, como si en su gestación o fijación no hubiera intervenido nadie; como si no contuvieran, en fin, ninguna ideología. Y la tercera: basta que la ministra de Igualdad abra la boca (o no la abra siquiera, como en este caso), para que la despedace una jauría de columnistas y tertulianos, izquierdas y derechas confundidas. Pero quizá lo que más me duele es el ahínco con que algunas mujeres que escriben en la prensa han aprovechado la oportunidad para hacer algo que hacen regularmente: renegar tres veces, en voz alta y clara, del feminismo y de las feministas. Hacen bien: no olvidan que son hombres, poco proclives en general al feminismo, los que pagan y mandan, y que su silla nunca está lo bastante segura.

www. laurafreixas. com

viernes, 7 de mayo de 2010

¿Juergas o violencia sexual en Meco?

Viernes, 30 de abril de 2010 / Ana Mañeru. Ameco Press.

Madrid, 30 abr. 10. AmecoPress.- Muy temprano, una amiga con la cara demudada me enseñó el titular del periódico “20 minutos”, que informaba sobre la violencia sexual ejercida por funcionarios contra reclusas de la cárcel de mujeres de Meco. A mediodía, escuché cómo le preguntaban en la cadena SER al Ministro del Interior, sobre este asunto y cómo él esquivaba la pregunta y la dejaba sin responder.

Por la tarde, comprobé en el ordenador que Yahoo no consideraba que esto fuera destacable y solo pinchando en ‘Más noticias’ se podía encontrar algo relativo a los “funcionarios que mantenían relaciones sexuales consentidas con presas a cambio de favores”. Sentí náuseas.

Al día siguiente, compré el diario “Público”, buscando una información fiable ya que, al no admitir anuncios de prostitución, esperaba que fuera sensible y respetuoso con las mujeres a diferencia del resto de la prensa diaria española. Me decepcionó, y espero que rectifique, porque si no lo hace no podré comprarlo más.

Mientras tanto, no quiero quedarme solo con la herida de las palabras que violentan lo femenino libre y el sentido común más elemental. No quiero acostumbrarme a los usos de la lengua que encubren la violencia masculina. Quiero desmenuzarlos para que no se quede escondido en ellos el veneno que contienen. Quiero abrir las preguntas que me surgen para pensar con otras y otros sobre esa violencia brutal contra las mujeres que se sigue manteniendo en todos los rincones de la sociedad y que los medios de comunicación, seguramente por miedo, empiezan a convertir en banal.

Busqué la noticia en la portada del diario y encontré solo un pequeño recuadro en el que decía: “Cesados los jefes de la cárcel de mujeres por permitir juergas” ¿Qué significado le da el periódico a la palabra juerga, en el contexto de una cárcel de mujeres en la que los funcionarios, al parecer, violan a las presas?”

Sentí una indignación que no podía soportar y comprobé que en las páginas centrales, ampliaban la información de forma todavía más lamentable: “Interior investiga juergas en una cárcel de mujeres” ¿El Ministerio del Interior investiga aquí sobre juergas o sobre violencia machista de los funcionarios contra las presas? A continuación dice: “Instituciones Penitenciarias destapa varias irregularidades en una prisión de Madrid” ¿Son irregularidades o delitos?

Cuando narra lo ocurrido, habla de que “Las pesquisas que han destapado el escándalo se iniciaron después de que una funcionaria denunciase a un compañero el 4 de enero, ahora expedientado, al que vio el día de fin de año, presentando signos de haber bebido, junto a dos presas y otra funcionaria, bebiendo y brindando”. Aparte de que no se dice nada sobre las dificultades que habrá tenido la denunciante en estos tres meses, pues solo después de hacerse público otro caso ha prosperado su denuncia, ¿Qué quiere decir aquí “junto a dos presas”? ¿Y acaso la “otra funcionaria” era la única cómplice en un caso en el que , por ahora todos los destituidos son hombres o es que interesa recalcar que las mujeres también son violentas?

Después, prosigue: “Varios funcionarios detallaron numerosas irregularidades más, desde el robo de comida en la cocina a relaciones sexuales consentidas a cambio de favores, pasando por siestas en plena jornada laboral” ¿Qué significa aquí ‘consentidas a cambio de favores’? ¿Es posible hablar de consentimiento en una situación de subordinación como esta, en la que los favores se obtienen así? ¿Es comparable que los funcionarios roben comida o duerman la siesta con que ejerzan violencia sexual contra las presas? Más adelante continúa: “Otro funcionario, el segundo sancionado, abrió una noche a primeros de abril la celda en que pernoctaban dos internas y compartió varias horas con ellas” ¿Qué pinta aquí un verbo tan precioso como compartir, en vez de decir que las sometió varias horas con violencia?

En otro momento dice que: “Un funcionario montó una ‘fiesta’ nocturna en una celda con dos reclusas” ¿Es una fiesta para las reclusas que un funcionario abuse de ellas por su posición de poder sobre ellas? Por otra parte, según ha comunicado oficialmente Instituciones Penitenciarias, el motivo de las destituciones de algunos funcionarios, que se han producido al salir a la luz el escándalo, es el “comportamiento inaceptable” de esos funcionarios y de la “incapacidad para hacer frente a la situación del director y el subdirector de la cárcel. ¿La violación de derechos de las reclusas solo es un comportamiento inaceptable? ¿Alegar la incapacidad de los responsables les exime de algo?

No tranquiliza nada saber que la investigación sigue abierta para aclarar, también según fuentes de Instituciones Penitenciarias, “si algunos funcionarios pudieron mantener relaciones sexuales consentidas con varias internas”. La palabra consentimiento sobra aquí y siempre que una mujer esté en prisión y dependa de “los favores” del carcelero violador. Igual que ocurre en la prostitución, que nunca es consentida ni voluntaria, porque la mujer prostituida depende de ‘los favores’ del prostituidor. Relacionarse libremente es otra cosa, que nadie se equivoque.

Muchas dudas y alguna sospecha

GABRIELA CAÑAS 30/04/2010 EL PAIS

Cuanto más escucho y reflexiono sobre el debate abierto en España por el uso del hiyab en un instituto público de Madrid, más dudas albergo. De momento, me pesan más los argumentos a favor de poner coto en las aulas públicas a esta prenda, pero este artículo trata de compartir argumentos, más que de encender mechas que no conduzcan a ninguna parte.

Najwa Malha era hasta hace un par de semanas una joven de origen marroquí completamente anónima que lleva años estudiando en el instituto público Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón. A mitad de curso y a punto de acabar la secundaria, la joven, que cumplía la norma del centro de no cubrirse la cabeza (impuesta con la idea de evitar la identificación entre bandas gracias a las gorras), decide usar el hiyab en clase contraviniendo la disciplina escolar. El centro le llama la atención y la aparta de clase. El entorno de la alumna, entonces, acude a los medios y convierte a una menor de edad (dato relevante en este suceso), en protagonista de una noticia de alcance nacional.

Prosigamos con los hechos. Los padres de varias alumnas que usan hiyab, incluido el padre de Najwa, declaran a los periodistas que éstas optan por esta prenda libremente. Algunos incluso comparan el gusto por el hiyab con un capricho o un mero acto de rebeldía adolescente. Si es así, ¿por qué debería permitirlo el centro que tiene reglas sobre la forma de vestir del alumnado? ¿Por qué tiene más derecho la niña del pañuelo a vulnerar las normas que el chaval que adora la gorra? ¿Y por qué la familia y su entorno (asociaciones islámicas incluidas) han convertido en una causa importante esta reivindicación aun poniendo en riesgo los estudios y la imagen de la joven?

Este asunto levanta pasiones porque el hiyab no es comparable a una gorra, pues en tal caso nadie le dedicaría la menor atención. Los padres (cristianos, judíos, musulmanes) suelen dirimir tales caprichos en la intimidad familiar. La cuestión es que el hiyab informa acerca de la identidad y las creencias religiosas de unas menores. Es una prenda que tiene su origen en los textos sagrados, que aluden a ella como símbolo de sometimiento al varón, y que marca sólo a las niñas (nunca a los niños), especialmente cuando adquieren su plena capacidad reproductiva. ¿Qué hay de malo en ello?, se argumenta. ¿A quién hacen daño esas niñas veladas? En principio, a nadie. Yo tuve que usar velo en misa cuando de pequeña iba a un colegio de monjas. Eso tampoco hacía daño a nadie. Ahora siento que fui sometida a una costumbre de connotaciones religiosas y machistas que considero injusta, además de ridícula e incómoda.

Se alega que se debe garantizar el derecho a la educación de la joven, pero nadie se lo está negando. Sólo se le está pidiendo que, en clase, cumpla las normas como el resto. En la escuela, los niños y jóvenes aprenden, además de matemáticas, a madrugar, a cumplir horarios, a pedir permiso para ir al servicio y a socializarse evitando determinadas prendas. Forma parte de la enseñanza. Muchos docentes creen, incluso, que cuanto más homogénea sea la vestimenta, menos conflictos hay en las aulas. Las señas de identidad políticas, religiosas o de bandas no fomentan el debate, sino que suelen enconarlo.

La libertad religiosa de Najwa y su familia también está garantizada. O debe estarlo. Nadie les niega el derecho a profesar su credo y a usar el hiyab; salvo que éste lo lleven a clase.

Percibo en todo este debate un cierto sentimiento de culpa hacia otras culturas. Es cierto que nuestro pasado colonialista y nuestro presente xenófobo no son las mejores cartas credenciales, pero nos hemos dotado de leyes y pautas de convivencia que han profundizado en la laicidad del Estado y, sobre todo, en la liberación femenina.

Es chocante tanta timidez a la hora de pedir que en nuestro suelo, se acaten nuestros principios. La igualdad es uno de ellos. Así que resulta difícil explicarle a Najwa que apoyamos la igualdad mientras hacemos excepciones con ella con una prenda que la marca de manera inequívoca y discriminatoria en la escuela pública. Dudo de la conveniencia de imponer una forma de vestir a mujeres adultas, pero en menores de edad y en centros públicos deberíamos ser capaces de predicar con el ejemplo.

Hay quien se escandaliza por defender una prohibición, pero estamos rodeados de ellas. No se nos permite, por ejemplo, provocar un escándalo en la vía pública a las tres de la mañana y nadie llama a la rebelión por ello en nombre de las libertades individuales.

¿Quiere esto decir que hay que regular el hiyab en las escuelas públicas? ¿Incluso prohibirlo? A lo mejor sí. Pero si, tras una reflexión serena, se decidiera en tal sentido, entonces, con carácter previo, reformemos la Ley de Libertad Religiosa y revisemos el acuerdo con la Santa Sede, profundicemos en la laicidad y pongamos coto a tanta ostentación de símbolos católicos en nuestra vida oficial y pública. Símbolos de una creencia religiosa, por cierto, que como la musulmana favorece tan escandalosamente la discriminación de la mujer. No es de extrañar que hasta la Conferencia Episcopal haya defendido el hiyab.

Por todo ello, frente a la defensa de la total tolerancia al velo, me surgen tantas dudas y me asalta la sospecha.

¿Quién piensa en las jóvenes?

FERNANDO VALLESPÍN 30/04/2010 EL PAIS

El debate sobre el velo islámico se ha asentado con profundidad en nuestro país a raíz del caso de la joven de Pozuelo, Najwa Malha. Y lo ha hecho manifestando con claridad el predominio de una actitud contraria al mismo, al menos en lo que concierne a su uso en la escuela o institutos. Así se puede apreciar en las encuestas espontáneas aparecidas en algunas páginas web de medios de comunicación o por el tenor de las muchas discusiones públicas habidas. En ellas se percibe con claridad algunas reacciones que no dejan de ser sorprendentes.

Una primera es que un importante sector de la derecha mediática ha aprovechado el caso para llamar a rebato contra la "tolerancia multicultural" en nombre de nuestros valores constitucionales, esos grandes principios que está destinada a defender esa asignatura tan vilipendiada por todos ellos, "Educación para la ciudadanía". Los valores fundamentales que dicha asignatura debe impartir se utilizan ahora como munición para la exclusión del hiyab. Hay que dar la bienvenida a esta conversión tardía en la necesidad de que dichos valores prendan de forma más eficaz en la sociedad.

Otra cosa es ya que en su nombre se comience una verdadera cruzada contra la posibilidad de aceptar prácticas, como esta del velo, que están lejos de ser claras desde una sensata aplicación de los mismos. Si la asignatura antes mencionada tiene algún sentido es, precisamente, porque no siempre se objetivan nuestros valores y principios en negro sobre blanco. Su aplicación depende de una multiplicidad de factores que hacen que surjan continuamente "casos difíciles", como éste del hiyab, y es importante que así se traslade a la discusión pública.

La principal dificultad de este caso deriva de la necesidad de compatibilizar valores que no se dejan reconciliar fácilmente. Por un lado los identitarios/religiosos de las minorías islámicas, y por otro, los seculares del Estado de derecho liberal, entre los cuales está, no lo olvidemos, el principio de tolerancia. Una gran parte del debate se ha centrado en esta dimensión del problema, pero en el camino hemos perdido de vista dos dimensiones que me parece adecuado resaltar.

La primera es de orden pragmático, y se concreta en la necesidad de atender a las consecuencias de diverso tipo derivadas de una aplicación estricta de los valores de nuestra cultura pública. En este caso, una prohibición del velo en las escuelas u otros lugares públicos puede tener el efecto no deseado de reforzar la diferencia de grupos con los que inevitablemente vamos a tener que convivir. Si lo que deseamos es una integración no problemática de minorías islámicas o de otras culturas, hemos de abrirnos a un mayor entendimiento mutuo mediante la tolerancia de toda seña de identidad que no ponga en cuestión el fundamento de nuestros principios básicos.

La segunda dimensión apunta más bien a una forma diferente de contemplar las decisiones moralmente relevantes en este caso. Entre tanta polvareda de principios de unos y otros, suele perderse de vista a la parte más débil, a las niñas o jóvenes concretas, con nombres y apellidos, que se ven zarandeadas entre dos fuerzas contradictorias. De un lado, por la imposición del velo por parte de la familia; de otro, por la cultura pública del Estado liberal-democrático, que tiende a verlo, como ocurre ahora mayoritariamente en España, como una vulneración del principio de aconfesionalidad del Estado, cuando no como la negación de la igualdad de la mujer. Unos les ponen el velo y otros se lo quitan. Pero son ellas, no el mullah, el grupo cultural o religioso, o la familia quienes se ven expuestas en su vida cotidiana a las tensiones derivadas del enfrentamiento entre cosmovisiones distintas. Sobre ellas se libra la batalla cultural en la afirmación de unos u otros principios, unas u otras formas de vida. Y ellas son las que lo sufren en carne propia. Éste es un dato que "nosotros", los más fuertes en esta situación, no podemos olvidar.

Por seguir la sugerencia de Carol Gilligan, psicóloga experta en el desarrollo de la conciencia moral, hay muchas situaciones en las que hemos de prestar atención a consideraciones de "ética del cuidado". Por tal entiende una actitud ética preocupada por las consecuencias sobre personas concretas de nuestras normas generales, por poner el acento sobre la satisfacción de las necesidades del otro y la diversidad que siempre anida en toda sociedad. En suma, por evitar que las normas abstractas de nuestros códigos éticos puedan acabar dañando a quienes no encajan en las supuestas normas dominantes.

lunes, 3 de mayo de 2010

"Sólo cuando llevas el velo los hombres te respetan".

"No podemos ir 'apretás' ni provocativas"

El alumnado multicultural de Ceuta convive pacíficamente con las formas de vestir de cada uno - Nueve chicas de un instituto cuentan su caso

LUIS GÓMEZ - Ceuta - 02/05/2010 El Pais

Las nueve estudiantes musulmanas del instituto Almina de Ceuta posan relajadas para la foto. Todas menos una son menores de edad. Hablan abiertamente de su relación con el hiyab. Cuatro de ellas decidieron no hace mucho ponérselo, conscientes de que es una decisión para toda la vida. El resto lo hará más o menos pronto. Alguna tiene incluso la fecha ya fijada: en septiembre, cuando comience el bachillerato.

Ceuta (como Melilla) es un laboratorio sobe convivencia entre cristianos y musulmanes, aseguran los expertos. En materia educativa, no hay duda: el 56% del alumnado es musulmán, porcentaje que aumenta en primaria por el mayor índice de natalidad. En Ceuta hay el mismo número (14) de profesores de religión católica que de islam, asegura Aquilino Melgar, delegado provincial de Educación. El Instituto público Almina es una muestra de ello: cuenta con 900 alumnos, el 60% musulmanes. No hay crucifijos ni otros símbolos. El único detalle de carácter religioso en sus aulas es precisamente la presencia de adolescentes con velo. Según su director, no serán más de 30 las chicas que lo usen.

Las chicas que asisten a clase de religión y cultura son las más propensas a llevar algún día dicha prenda. Son adolescentes que declaran abiertamente su religiosidad. Una veintena de esas alumnas ha acudido a la biblioteca del centro para ser entrevistadas. Entre risas y bromas, manifiestan sus ideas. Tienen entre 14 y 16 años la mayoría de ellas. Siete de ellas usan ya el hiyab.

Todas están al tanto de lo sucedido hace unos días en un colegio de Madrid, y una mayoría parece que ha visto en televisión un debate del programa La Noria (Telecinco). Están indignadas porque se manifieste rotundamente que las chicas son obligadas a ponerse el velo. "Somos nosotras las que decidimos cuándo nos lo ponemos", expresa la más locuaz. Preguntadas una a una, todas declaran sin tapujos cuál es su situación. La casuística es muy variada, cada una elige una fecha por diferente motivo (a la misma edad que se lo puso su madre, a la misma edad de su hermana mayor, cuando aprobó segundo de ESO, cuando empiece bachillerato, cuando se comprometa sentimentalmente, cuando se case...) y todas parecen conscientes de las renuncias que acarrea una decisión de ese tipo: no podrán usar ropa de marca, ni prendas ajustadas -"No podemos ir apretás ni provocativas", explica Sukaima-, no volverán a usar el biquini en la playa, no irán a discotecas.

Donde la respuesta es casi unánime es respecto a un futuro con velo. Todas lo llevarán. Lo asumen con aparente naturalidad. Explican que las convierte en mujeres más respetadas y más responsables. Entienden que hay una relación directa. No hay dudas en su discurso. No hay tristeza en sus palabras.

Sólo tres casos se salen de la media. Una chica de 14 años, que duda de que se lo vaya a poner. No recibe ninguna crítica de sus compañeras. Otra, lo tuvo durante dos años y ahora se lo ha quitado. Dice que no se sentía segura de tener que llevarlo para siempre. Finalmente, una de las chicas (con pañuelo durante la entrevista) reconoce que se lo quita y se lo pone a conveniencia. De las nueve que aceptan fotografiarse, cuatro llevan hiyab. Otras lo llevarán.

El asunto no suscita ningún conflicto en Ceuta. Es una prenda natural en sus calles. No hay prohibiciones al respecto. No, desde luego, en ningún colegio e instituto público. El último episodio de conflicto en este terreno data de 2008 en un colegio concertado (Severo Ochoa) con dos alumnas, caso que se resolvió en un par de días cuando el consejo escolar aceptó la decisión de las muchachas. Se calcula que apenas un 9% del alumnado musulmán acude a los seis colegios concertados de Ceuta, dos de ellos de ideología católica, San Agustín y Santa María Micaela. En el segundo, con un 30% de alumnos musulmanes, no ha habido casos de chicas con velo. "De hacerlo alguna", dice su directora, "el caso se estudiará". El sistema educativo se ha adaptado a la sociología: "De hecho, aunque las fiestas musulmanas no figuran en el calendario oficial, se respetan en los colegios. Procuramos no poner exámenes en esas fechas", explica un profesor.

Termina la foto. Las chicas dan sus nombres. Nariz (16 años), Ikram (15), Sukaima (18), Hanan (15), Saima (15), Chaima (17), Miriam (15), Butaina (16), Mariam (15) y Nisrin (14). Al final, una de ellas trata de convencer al periodista sobre una última ventaja del velo: "¿Sabes? Sólo cuando llevas el velo los hombres te respetan".

Religiosidad o imposición.


Mujeres musulmanas explican por qué llevan o rechazan el 'hiyab' en España

LOLA GALÁN - Madrid - 02/05/2010 El Pais

"Soy huérfana y viuda, y no hay hombres que me lo impongan. Es un deseo mío. ¿Por qué no voy a llevar un velo que me distingue como mujer musulmana?". Halima Tenani, marroquí de 41 años, instalada en España desde hace 15, viste unos pantalones blancos y una camisola amplia, y se cubre el pelo con un velo de seda azul. Un pañuelo colocado con extremo cuidado y ajustado al cuello con alfileres. El velo es el velo, pero no la mediatiza, asegura, ni dice nada especial de ella, salvo proclamar que es una mujer musulmana. "No hay que llevar más lejos las cosas", dice.

"Yo lo hago todo con el velo puesto, lo que pasa es que a la gente le choca. Pero es nuestro derecho". Halima se queja del estereotipo. "Cuando te ven con el velo piensan: terrorista, sumisa, peligrosa, y eso es una etiqueta errónea. Somos libres".

Halima no tiene demasiadas quejas del país de adopción. Su hijo recibe atención psicológica desde la muerte repentina del padre, y, a petición del psicólogo, los servicios sociales de la Comunidad de Madrid le envían una auxiliar dos horas a la semana para que cuide del niño mientras ella va a clases de inglés.

Otra cosa es ver esa mirada de desconfianza en algunas personas. "No sé por qué en España no aceptan mujeres con velo. Es una discriminación. Tenemos derecho a formación, a trabajar, el velo no perjudica a nadie", insiste ella. "La Constitución deja claro que tenemos derecho a llevarlo". No es que Halima se considere muy religiosa. Su nombre sí lo es. "Halima", explica, "era la mujer que amamantó al profeta. Y significa bondad".

Halima cuenta que a su hijo le puso de nombre Ismael, "porque no quería que tuviera problemas con la pronunciación. Muchos hombres se llaman Ismael en España". Y su hijo es una parte esencial de su vida. Por eso, Halima se quita el hiyab cuando participa en actos de la escuela de Ismael. "Los niños me piden que me lo quite, quieren verme como antes". Antes, ella llevaba la cabeza descubierta porque, cuenta, sus empleadores no le daban trabajo de otra manera. "He sido cajera en supermercados y teleoperadora. Y te lo dejaban muy claro, con velo no hay contrato".

Ahora, desde 2007 para ser exactos, la asociación que vela por los inmigrantes marroquíes en España, ATIME, le ha proporcionado un empleo en el que puede lucir, orgullosa, su colección de velos. "Siempre me ha gustado vestir bien. Tengo velos de diferentes colores. Visto ropa cómoda".

A simple vista, Halima es la imagen opuesta de la chica que le acompaña a la cita, Ouassima Baitar, de 27 años, que luce una brillante melena castaña. ¿Son la cara y la cruz de un modelo, el de la mujer musulmana fuera de su hábitat? Ouassima habla en su vacilante español, y enseguida queda claro que eso no es así. Que una y otra tienen el mismo discurso. "Porque no lleve velo no soy menos musulmana", dice Ouassima, "un día, cuando mis circunstancias lo permitan, lo voy a llevar, porque el velo es muy bonito".

Ouassima vive con su marido y una hija de dos años en una zona del norte de Madrid. Llegó hace cinco años, y encontró trabajo. Luego, tuvo que dejarlo para ocuparse de su bebé. "Pero mi marido me ayuda mucho. Es un señor muy abierto. Estoy muy feliz con él. No es como piensa la mayoría de la gente de los hombres marroquíes, que obligan a las mujeres a ponerse velo, que no las dejan salir". Ella conoció a su marido, 12 años mayor, a través de las familias de ambos, en Marruecos. Ouassima se declara satisfecha de su vida en España. "Ahora tengo guardería para mi niña. Pero sólo salen empleos por la tarde". Es hija única, y cuenta que su madre, allá en Marruecos, ha llevado siempre velo. "Pero allí la gente es muy abierta. En la familia de mi marido unas llevan pañuelo y otras no. Todo muy liberal".

A los 50 años, Saida Boudaghia, parece tener la vida resuelta. Sus tres hijos son mayores, y su marido y ella tienen buenos empleos. Pero como Halima y Ouassima pasó sus dificultades económicas y de adaptación en España. Llegó a finales de los años setenta. Al principio, sin residencia estable. "Más tarde, cuando se impuso el visado a los marroquíes, optamos por instalarnos en España", cuenta. Como Halima y Ouassima, es musulmana creyente y procede del norte de Marruecos. Pero Saida, periodista, vicepresidenta de la fundación Centro de Estudios Hispano-Marroquí, no ha llevado el velo en su vida. "Me he criado en un ambiente muy abierto. Llevaba pantalones y minifalda". Su cabeza desnuda, ¿dice algo de ella? Saida no lo tiene muy claro. "El velo es un símbolo social y cultural, que refleja el peso de la tradición abrazada por las sociedades musulmanas. Yo lo respeto totalmente. Las mujeres que optan por llevarlo por convicción son respetables. Pero también es cierto que la sociedad musulmana lo pide. Tiene un canon, un modelo de mujer que no quieren cambiar".

A Saida, que se ha ocupado durante años de mujeres inmigrantes en España, y ahora vive a caballo entre Madrid y Rabat, le gustaría que las reivindicaciones de las musulmanas, "fueran más allá del velo". "Hay mucha ignorancia todavía. Habría que estimular a las mujeres y apoyarlas para que tengan más acceso a la educación y a la cultura", dice. Recuerda lo difícil que era animar a las chicas musulmanas a que acudieran a las clases que impartía la asociación para la que trabajaba en Madrid. Al principio asistían una veintena. Al final no iba ninguna.

Saida Boudaghia lleva una melena corta. Viste pantalón de raso negro y una camisola blanca, con un fular al cuello. Habla despacio y su voz se pierde, a veces, entre los ruidos de la cafetería donde conversamos. Es consciente de que cada vez hay más mujeres musulmanas con velo. En España y en Marruecos. Y muchas veces son chicas cultivadas. "Hasta los años ochenta las chicas que llevaban el velo en las universidades marroquíes se contaban con los dedos de la mano. Hoy lo llevan casi un 70%. Se nota que hay una influencia general, un fenómeno de imitación, como ocurre con todas las modas. Pero también hay otras dos razones, el deseo de reafirmar su identidad musulmana, y la presión que soportan por parte de una sociedad, la musulmana, totalmente patriarcal".

Saida asegura que el islam invita a las mujeres a educarse, a conocer. "Pero hasta ahora el Corán ha sido interpretado por los hombres. Por fortuna, actualmente las mujeres musulmanas de todo el mundo se están organizando y ya empiezan a interpretar el Corán y los Hadices desde el prisma femenino". Y ya que hablamos del Corán, el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Waleed Saleh, asegura que no ordena a las mujeres cubrirse con el velo. Waleed aborda el tema en el libro Amor, sexualidad y matrimonio en el Islam, que publica Ediciones Oriente y Mediterráneo.

Aunque el Corán lo exigiera, no parece sensato aplicar al pie de la letra un libro fruto de otra época, por sagrado que sea. "El Corán no es un texto estático y debería de alguna manera adaptarse a los tiempos", reconoce Saleh por correo electrónico. "En cierta medida se puede apreciar que los primeros musulmanes fueron más flexibles que muchos clérigos de nuestro tiempo. Los musulmanes siguen estando muy apegados a su religión por muchas razones: históricas, políticas... Gran número de países del mundo han conseguido separar estado y religión (Turquía país de mayoría musulmana entre ellos). Es una asignatura pendiente para los países musulmanes", responde Saleh.

Y mientras lo siga siendo, las mujeres se verán obligadas a adaptarse a las circunstancias. "Las chicas no renuncian a su vida social, ni al espacio público, pero se ponen el hiyab en todas partes, porque esa sociedad no las respeta sin velo", dice Saida.

"Responden así a las exigencias de la sociedad patriarcal. Es como si dijeran: '¿Queréis velo, pues me lo pongo?'. Pero no renuncian a estudiar, a trabajar, a ir a conciertos de música. Por eso se habla ahora de una especie de islam light, que impone el velo pero no impide que vayan maquilladas y con vaqueros". La presión aumenta considerablemente cuando el grupo musulmán vive en el extranjero, en medio de una sociedad casi inevitablemente hostil. Y la voz del grupo, dice Saida, es una voz potente en las sociedades musulmanas. "Algunas mujeres, aunque no quieran llevarlo porque viven en otro contexto, se sienten presionadas a ponerse el velo, porque así lo decide el grupo social al que pertenecen".

El profesor Saleh dice lo mismo de otro modo: "Hay casos de padres y hermanos que imponen el hiyab a las mujeres de la casa. Pero también hay casos en que la mujer se lo pone por decisión propia y voluntaria". Saleh cita el ejemplo del canal de televisión Aljazeera que quería presentarse al mundo como un paradigma de modernidad y prohibió a las mujeres llevar velo ante las cámaras. Una de las presentadoras se negó a aceptar ese veto. Demandó al canal y ganó el juicio. "Ahora es la única mujer que aparece cara al público con pañuelo".

la libertad actual de las mujeres se ha construido al abolir tales marcas.


Miércoles, 28 de abril de 2010 / Amelia Valcarcel*

Madrid, 28 abr. 10. AmecoPress.- Hasta hace poco el conocimiento que teníamos del multiculturalismo se reducía a la oferta gastronómica. Muchos de nosotros somos multiculturalistas activos por la parte del estómago. Nos gusta comer hindú, chino, marroquí, griego, tai y amerindio.

Como alrededor de una mesa bien provista la gente tiende a entenderse, podemos llegar a pensar que la democracia es también esa gran mesa donde se sirven sin tasa derechos, libertades y oportunidades. Pero resulta que hay códigos alimentarios distintos y también gentes que rechazan algunos de los platos morales y políticos de la democracia.

Si esa pañoleta es un signo religioso, está de más en un espacio público

El multiculturalismo es una ideología ampliamente aceptada. Procede del elogio de la diferencia. Su fondo es que cada uno y cada grupo posee características propias que enriquecen al conjunto.

Por lo mismo no cabe impedir ninguna de ellas. Como a la vez nuestra ontología actual es individualista, a este aceptar todo sólo le ponemos una condición: que nadie sea obligado a hacer algo que no desee. Pero si una práctica no compartida cuenta con el asentimiento de quien la realiza se supone que debemos darla por buena.

Una niña quiere ponerse velo para estar en su casa. A nadie se le ocurriría afeárselo. Lo privado es privado. Cada quien en su privacidad es monarca. También quiere usarlo para ir por la calle. Consecuencia: la ciudad presentará más variedad cosmopolita. Para ir a la escuela. Aparece el límite y se produce el problema.

Se supone que la educación prima; es un derecho constitucional. Y existe además un implícito: que se eduque la niña con pañoleta para que luego pueda quitársela si quiere. Lo segundo es, como poco, impredecible. Lo primero una incongruencia con otros principios igualmente respetables en nuestra convivencia. Si esa pañoleta es un signo religioso, está de más en un espacio público.

Porque las religiones son incompatibles surgió la primera forma de la idea de tolerancia. Holanda en el siglo XVII consagró el principio de que "cada ciudadano debe ser libre de observar su religión y que nadie puede ser molestado o interrogado por causa de su culto". Esto es, el Estado se hacía superior a las religiones y las declaraba privadas. El Estado aseguraba que las haría convivir sin que entre ellas se agredieran; en espacios distintos, naturalmente. Impedía el fundamentalismo.

Porque no es fundamentalismo creer mucho y con gran vehemencia lo que uno crea, sino pensar que la religión es una verdad tan perfecta que debe organizar el mundo completo, incluida la política. Es más, que la religión es mejor, de más calidad que cualquier otro espacio común. El fundamentalismo quiere organizar toda vida y convivencia.

La democracia ha ido inventando y trazando una larga serie de normas y valores comunes que son obligados para mantener la eficiencia y el civismo. La educación, que es deber del Estado proporcionar y derecho de todo ciudadano y ciudadana adquirir, también es en los últimos tiempos una obligación: las familias pueden ser vigiladas por el Estado para que cumplan con ella, hasta el punto de que a quienes no escolarizaran a sus hijos, incluso se les podría quitar nada menos que la tutela de ellos. Ni algo tan fuerte como que mis hijos son mis hijos está fuera del alcance de esa instancia común y los poderes que le hemos dado.

Como el Estado no apoya a ninguna religión, sino que las protege a todas, en sus espacios, los públicos, incluidos los educativos, no debe haber signos religiosos. Nos parecería raro y hasta enfermo que un alumno insistiera en portar un crucifijo -de tamaño, pongamos, de una cabeza humana-, posarlo en su pupitre y procesionarlo durante los recreos. Puede hacer eso, si lo tiene por gusto, en privado, o en su templo. Los espacios definidos como públicos, en los que por ende se transmiten los valores que hacen posible la convivencia plural, no deben ser espacios de contienda. El Estado tiene, por deber de tolerancia, la obligación de mantenerlos libres de prácticas sectarias.

Pero si esa pañoleta es además una marca sobre la moral particular que deben seguir las mujeres, una marca a su vez privativa de unas creencias particulares, está fuera de cuestión darle legitimidad. La igualdad entre los sexos es principio constitucional de la mayor envergadura. No se tolerará la discriminación contra las mujeres. ¡Pero la niña quiere serlo! Su padre también acuerda. Y su comunidad de encuadre. Su religión y su cultura le marcan un papel porque es mujer, con el que ella y los suyos están de acuerdo. Ella es un ser con deberes especiales, la decencia sexual y la obediencia que significa de ese modo.

Pues bien, podemos ir a comer la comida del vecino, pero difícilmente podemos creer, de vez en cuando, lo que cree el vecino; aquí no hay caso de alegría por la diferencia. Cuanto más que la libertad actual de las mujeres se ha construido al abolir tales marcas.

En fin, la libertad individual no es ni puede ser el fundamento para una conducta que se tuvo que abandonar a fin de construirla; en nuestro caso la libertad ha sido la consecuencia del rechazo de ese injusto y arcaico orden.

* Catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED y miembro del Consejo de Estado.

El velo desvelado



Victoria Sendón

Madrid, 30 abr. 10. AmecoPress.- No sé si al hablar del velo en relación a señales de identidad cultural estemos mirando al dedo más que a la luna. El velo, argumentan, significa la demarcación de las mujeres como algo sagrado, similar al velo que rodea el templo de la Kaaba en la ciudade La Meca. Es un lugar consagrado a Alá y por eso debe estar velado, separado. El velo en la mujer significa, por tanto, una señal de respeto y de grandeza al ser comparada con lo divino.

Para empezar, era ese un templo consagrado primitivamente a la diosa Astarté, aquella diosa del amor venerada por Bilkis, la reina de Saba, y a la que Salomón acabó por levantarle un templo en memoria del apasionado amor que ambos se profesaron en Jerusalem (leer ‘El cantar de los cantares’). O sea, que el inicio de la historia es ya una mentira. En segundo lugar, que Mahoma le retiró las llaves del templo, -‘manu militari’-, a la antigua sacerdotisa que se ocupaba de él. Expropiación indebida. Y la peor de las mentiras: el velo segrega a las mujeres para que estén a disposición de los hombres en un tipo de matrimonio que es una prostitución encubierta.

Así de duro, así de crudo. El velo en las mujeres islámicas, es decir, el símbolo de su encierro real, lo que está desvelando es una sexualidad pervertida en los varones islámicos. Una sexualidad, no entre personas libres, sino entre un libre y una sometida, recluida, encerrada a disposición del marido a cualquier hora. Ella está ahí para proveer sus necesidades materiales y sexuales. Un harén es un prostíbulo encubierto. Una familia que segrega a las mujeres, también. ¡Y no digamos el matrimonio con niñas! A la prostitución se le añade la pederastia. Sí, claro que es cultural, ¡como que estamos en una cultura patriarcal cien por cien! La nuestra ha progresado un poquito, no demasiado.

Las chicas con el velo están siendo iniciadas y adiestradas para esa futura prostitución legal, por más que parezca una señal de pureza y devoción. Lo que vela el velo no es el rostro de las mujeres, sino la endeble, insegura y celosa sexualidad de los varones. Lo que vela el velo es la obligación de las mujeres a pertenecer a un hombre, un hombre incapaz de considerarlas como iguales, incapaz de ‘jugársela’ por conquistar el amor de las mujeres: es más fácil tenerlas encerradas. Más fácil, más cómodo, y más tranquilizante para los pusilánimes. Que las niñas sepan esto. Y que luego obren en consecuencia. Si pueden.