viernes, 13 de noviembre de 2009

¡Salvad a los maltratadores!

Javier Vizcaino

Público
13
Nov 2009

Como ya sospechábamos, los defensores oficiales de la familia lo son según y cómo. Por ejemplo, para ellos no es lo mismo el tremebundo crimen del aborto -¡excomunión a quien lo apoye!, advierte el purpurado Martínez Camino- que darle una manita de palos a la parienta o, si llega el caso, cargársela porque te ha colmado la cristiana paciencia. ¿Que qué barbaridad es esa? Pregúntenle a Juan Manuel De Prada, que el miércoles dijo ante los azules micrófonos de Cope lo siguiente sobre los malos tratos a mujeres: “Las razones por las que una persona recurre a la violencia no son necesariamente porque desee someter o ejercer un poder o pisarle el pescuezo a otra. Puede ser, simplemente, porque hay un rapto de ira en ese momento”. Transcripción literal, que conste.

No se quiten aún la armadura, que quedan algunas embestidas del mismo pelo. Antes de que las ondas episcopales difundieran esa fatua, Cristina López Schlichting ya había dejado en el éter estas palabras: “Ocurre muchas veces que la relación entre un hombre y una mujer puede ser tan insidiosa y tortuosa, que sea el hombre quien levante la mano -que este es el problema que nos estamos encontrando- y que en cambio haya todo tipo de vejaciones y de malos tratos de la mujer hacia el hombre. Los hijos son víctimas de ese odio entre ambos y, sin embargo, el único que paga es el varón”.

Maltratador y padre ejemplar

La nada sospechosa Isabel San Sebastián, presente en la misa negra, trató en vano de hacer ver a sus compañeros de francachela que estaban desbarrando. Pero aún tuvo que asistir a la defensa de la ejemplar paternidad de los maltratadores. “Te encuentras con personas que hacen actos absolutamente reprobables y pueden ser egregios en el trato de los hijos”, teorizó Cristina. Al quite, De Prada remató: “El que una persona le haya pegado a otra o le haya infligido algún tipo de lesión no quiere decir que a sus hijos vaya a ocasionarles ese tipo de lesión”. En la Cope, se lo juro.

El punto de partida de este concurso de sobradas fue la unanimidad alcanzada en el Congreso para que la Ley contra la violencia de género sea más efectiva. Increíble pero cierto, ese consenso ha sentado bastante mal a los opinadores de la diestra. Tomen como ejemplo a Edurne Uriarte, que tras calificarlo en su columna de ABC como “desvarío de género”, sentenció: “Cualquier cosa se apoya con tal de no ser tachado de machista. Sin llamarte necesariamente Bibiana Aído”. Ilustrativo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La mitad del cielo

Aunque este blog empieza a parecer un monográfico de Soledad Gallego, he subido esta noticia porque creo que nos puede servir para reflexionar en relación al proyecto de Milytantas.

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 01/11/2009

El libro de mayor éxito en Estados Unidos en estos momentos, la página de entrada en Amazon.com, es un extraordinario trabajo periodístico que se llama La mitad del cielo: cómo cambiar opresión en oportunidad para las mujeres de todo el mundo. Las mujeres sostienen la mitad del cielo, dice el refrán chino que da origen al título. Pero esas mujeres, considerando el mundo en su conjunto, son apaleadas, violadas, dejadas morir e ignoradas sin que nadie parezca dar suficiente importancia a esa situación. El periodista norteamericano Nicholas Kristof y su mujer, la periodista chino-americana Sheryl WuDum, han escrito un formidable alegato para ayudar a que se comprenda que la lucha por los derechos de las mujeres en el mundo en desarrollo es una batalla parecida a la que se libró en su día contra el totalitarismo o contra la esclavitud. "Creo que éste es uno de los libros más importantes que he leído en mi vida", escribe, asombrada, Carolyn See, crítica de The Washington Post. "Este libro pretende cambiar una dinámica y un paradigma", asegura la prestigiosa The New York Review of Books.
"Las mujeres sostienen la mitad del cielo", cantaba Ruby Turner, una vocalista británico-jamaicana de R&B en los años ochenta. Pero según descubrió el premio Nobel Amartya Sen, en un trabajo publicado diez años después, cien millones de mujeres han desaparecido. Es decir, según las estadísticas, han nacido y deberían estar vivas, pero no lo están, porque han muerto antes de tiempo,
¿Por qué está teniendo hoy La mitad del cielo un impacto tan formidable? Quizá porque está maravillosamente escrito (Kristof y WuDum son premios Pulitzer), pero, sobre todo, porque es un gran trabajo de investigación y recopilación de datos ofrecido de manera inteligible y llena de fuerza. Es un libro hecho con el mejor periodismo del mundo, el de dos profesionales que miraron a su alrededor y se asombraron de lo que veían. Kristof y WuDum estaban en China cuando ocurrió la masacre de Tiananmen y escribieron páginas y páginas sobre aquella violación de los derechos humanos. Después, cuentan ellos mismos, toparon con un oscuro y meticuloso estudio demográfico en el que se establecía que cada año mueren en China 39.000 niñas porque sus padres no les dan la misma atención médica que a los varones. "Empezamos a preguntarnos si nuestras prioridades periodísticas estaban bien orientadas".
¿Está bien orientada la lucha por los derechos humanos en el mundo? ¿Está bien orientada la lucha de los movimientos feministas? La discriminación de género, para muchas personas, mujeres incluidas, en el primer mundo trata de desigualdad en los sueldos y del techo de cristal, dos asuntos importantes, como lo son todas las injusticias.
Pero la discriminación de género, si se analiza a otro nivel, es un escándalo monstruoso que se lleva por delante la vida de millones de mujeres. La prioridad es afrontar la mayor catástrofe humanitaria que está sucediendo delante de nuestros ojos, sin que hagamos absolutamente nada para impedirlo. Sue Halpern se asombra en la NY Review of Books de que la violación no haya sido considerada como crimen de guerra hasta hace sólo un año, y eso después de enormes esfuerzos en Naciones Unidas. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que no sea noticia que 100.000 niñas sean secuestradas cada año en China para instalarlas en burdeles y traficar con ellas por medio mundo? ¿Que centenares de miles de mujeres sufran la fístula obstétrica sin que su erradicación sea una prioridad de la OMS?
El libro de Nicholas Kristof y Sheryl WuDum está lleno de fuerza porque buscan a esas niñas y a esas mujeres y las hacen hablar. Y está también lleno de indignación y de esperanza porque mantienen que es posible luchar contra esa situación, como lo fue luchar contra la esclavitud. Seguramente no fue fácil, pero en un momento dado se consideró una tarea prioritaria sobre todas las demás. ¿No ha llegado aún la hora para esos cien millones de mujeres?