lunes, 5 de abril de 2010

Cherchez les femmes!

Cherchez les femmes!

FERNANDO VALLESPÍN 02/04/2010

1. Más de medio millar de mujeres de África, Europa y Latinoamérica se reúnen en Valencia para hablar de los problemas de las mujeres en el mundo de hoy, y el protagonista del encuentro para un importante grupo de nuestros medios de comunicación es un hombre, Francisco Camps. La protesta de Rita Barberá porque el presidente de la Generalitat no fue invitado al encuentro acaba mereciendo casi más atención que todo lo demás.

Los conservadores temen que la igualdad derrumbe las pautas de dominación patriarcales y masculinas

2. Bibiana Aído presenta el plan para implantar como troncales los estudios de género en la universidad española, y se le echan encima, con su habitual histrionismo, los tertulianos y otros vociferantes de la derechona. Que la ministra se limitara a acatar una de las premisas del Plan de Bolonia, además de la propia Ley de Igualdad, y que dichos estudios estuvieran ya incorporados desde hace décadas en las mejores universidades del mundo, en particular las estadounidenses, no importa lo más mínimo.

3. Cuando esa misma ministra llama la atención sobre la escasa presencia de mujeres en los consejos de administración de las empresas, y propone establecer una bolsa de mujeres capacitadas para acceder a ellos, algunos de los comentarios más jugosos al respecto hablan de casting de mujeres empresarias, y esos mismos medios y tertulianos se despachan a gusto, entre chascarrillos e indignación, en contra del proyecto. Que la media de mujeres en dichos consejos no pase del 8% o 9% debe ser una mera anécdota ante la cual no es oportuno intervenir.

Esto no es más que una breve muestra de lo que podría ser un elenco de casos sin fin. Por eso no deja de ser grotesco que Esperanza Aguirre, que junto a Rita Barberá y a las dos abogadas del Estado del PP son lo más granado de la presencia femenina de este partido, se despachara el otro día diciendo que "la igualdad ya se ha consagrado". O que el Ministerio de Igualdad debería llamarse de "Igual-da". O que ironice con la creación de una "consejería de la bondad y el amor". No creo que les pareciera muy divertido a tantas mujeres que sufren la violencia machista; ni a aquellas que obtienen un salario menor por hacer el mismo trabajo que sus compañeros varones; ni a las que, además de su empleo, cargan con las labores del hogar; ni a las que deben soportar el acoso sexual o mobbing laboral; ni a las que acaban estrellándose con impotencia contra el techo de cristal.

Confieso que en su día no di la suficiente importancia a la existencia de un Ministerio de Igualdad, pero a la vista de las reacciones de la derecha ante cada uno de sus pasos me convenzo cada vez más de la necesidad de que ciertos temas puedan acceder directamente al Consejo de Ministros.

Con todo, lo que merece una reflexión en profundidad son las causas de la animadversión más o menos explícita contra el feminismo de importantes sectores de la derecha. Seguramente obedece a que se trata de uno de los pocos movimientos que aún se toman en serio el ideal de la emancipación. Y no sólo la de la mujer. En países como Estados Unidos y algunos europeos, el feminismo ha ido siempre más allá de la liberación sexual de la mujer o de su igualdad con respecto al hombre. Siempre supo verse como una punta de lanza de una sociedad distinta. La admirable Michelle Bachelet explicó con claridad al manifestar en el encuentro de Valencia que "cuando una mujer entra en política cambia la mujer, pero cuando muchas mujeres entran en política cambia la política". Esto es precisamente lo que teme el conservadurismo, que la igualdad no se quede en una mera igualdad de derechos y poco a poco acabe derrumbando las pautas de dominación de la sociedad patriarcal y masculina.

Se dirá que el feminismo institucional es otra cosa, que se limita a promocionar a golpe de BOE la corrección política y las políticas de discriminación positiva. O que sólo sirve para vestir una ideología de izquierdas desprovista ya de muchas de sus señas de identidad. No parece verlo así la mayoría de los ciudadanos españoles. Tal y como muestra el barómetro del CIS del mes de marzo, el acuerdo con la mayoría de las iniciativas en este campo del Gobierno de Zapatero cuenta con un consenso amplio. Yo les rogaría, además, que se tomaran la molestia de leer las respuestas cruzándolas por sexo (http://datos.cis.es/pdf/Es2831sd_A.pdf).

Busquen a las mujeres, oigan su voz y verán que ellas, las más afectadas, sí lo tienen claro.

Dar nombre 'al problema que no tiene nombre'

Dar nombre 'al problema que no tiene nombre'

Con la crisis, el 90% de las mujeres ha dejado de buscar empleo. ¿Es hora de una nueva mística de la feminidad?

CELIA AMORÓS 03/04/2010

La colección Feminismos de la editorial Cátedra ha celebrado en el Círculo de Bellas Artes, con una inusitada presencia de público, la edición del número 100. Significativamente, la publicación a la que corresponde este número tan redondo es la emblemática obra de Betty Friedan, La mística de la feminidad. Este libro, que contribuyó de forma decisiva a la emergencia de la llamada "segunda ola" del feminismo, fue publicado en Estados Unidos en 1963 y ha conocido sucesivas reediciones y traducciones en diversos idiomas. Su influencia sobre la orientación de las vidas de las mujeres puede ser comparada a la que en su día (1949) ejerció otro libro clásico, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir.

Clásico es lo que sobrevive al paso del tiempo. Pero, además, ha de contener claves fundamentales para entender el nuestro. La cabal autocomprensión por parte del movimiento feminista de sus señas de identidad pasa por cultivar la reflexión y el diálogo con sus hitos clásicos. Y esta adecuada autocomprensión es fundamental para que sean comprendidos nuestros proyectos y lograr cada vez más consenso fuera de los medios militantes feministas.

Betty Friedan supo dar nombre a lo que en su momento histórico se llegó a denominar "el problema que no tiene nombre" de las mujeres. Este problema hacía referencia a un insidioso malestar que experimentaban de forma cada vez más aguda las amas de casa estadounidenses de clase media que vivían en los barrios residenciales. Estas mujeres no ejercían ninguna profesión ni trabajo extradoméstico, pero se habían beneficiado del acceso a los estudios que había hecho posible para ellas la lucha sufragista de la anterior generación. Padecían, de acuerdo con las conclusiones de Friedan después de un minucioso trabajo de periodismo de investigación, una "crisis de identidad". No se reconocían en el retrato de madre y esposa feliz, directora gerente de un hogar lleno de electrodomésticos, a la que ya no se podía llamar "fregona". Toda una orquestación, desde las revistas femeninas hasta los consultores matrimoniales, los anuncios televisivos, los fabricantes de electrodomésticos, los psiquiatras freudianos y otros tantos "expertos", se orientó a la elaboración de "la mística de la feminidad", el nombre que acuñó Betty Friedan para "el problema que no tiene nombre". El cultivo de esta mística apartaba a las mujeres de todo aquello que se puede considerar como lo genéricamente humano: la relación con el mundo y sus problemas, la realización de un proyecto personal, las experiencias de un trabajo que genera alguna sensación de autonomía. Lo genéricamente humano resulta ser masculino. Ya decía Simone de Beauvoir que había dos clases de seres: las mujeres y las personas. Y cuando las mujeres pretendían ser personas, entonces se las tildaba de masculinas.

La historia se repite. Tras los avances conseguidos por las mujeres en la segunda ola, se produjo una orquestación similar en torno al feminismo como culpable de las desgracias de las mujeres. La peor de ellas: no tener un hombre. El fantasma de la amarga soledad. Susan Faludi reconstruyó lúcidamente este discurso en su obra Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna (1991). Hemos seguido adelante, pero nos inquieta el dato de que entre quienes han dejado de buscar empleo en nuestra crisis el 90% son mujeres. ¿Es posible todavía una nueva versión de La mística de la feminidad?

del blog de Gemma Lienas

Oficina Virtual para denunciar los grupos que incitan al odio


Movimiento contra la Intolerancia ha creado una Oficina Virtual para denunciar todos los delitos de odio que se cometen en Internet.

La oficina canalizará a las Fiscalías de delitos de odio y discriminación en Barcelona, Madrid y Audiencia Nacional las denuncias que hagan las personas por incitación en Internet al odio, discriminación y violencia por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión, situación familiar, pertenencia a una etnia, origen nacional, sexo y orientación sexual o cualquier otro motivo discriminatorio.

Así que todas las actuaciones de los Mandefender aseverando que las mujeres en España estamos haciendo totalitarismo feminista, que las mujeres todas hacen denuncias falsas de malos tratos, que el SAP existe, que las feministas somos feminazis, etc.. podéis denunciarlas en el siguiente mail:

denunciamci@gmail.com

A muchos de todos estos grupos intolerantes con la equidad, la igualdad y la democracia los encontrareis en Facebook.