lunes, 31 de enero de 2011

EL QUE NOS FALTABA....

"La pasividad de mantenerse en la violencia nunca va a resolver la violencia", ha subrayado Miguel Lorente, quien ha instado a las víctimas a que no juzguen al agresor por cómo era antes del primer golpe, sino por lo que es ahora. Ha pedido a las maltratadas que, para "romper con el violento", denuncien su situación, bien ante la justicia o las fuerzas de seguridad, o en el teléfono de asistencia a las víctimas -el 016- o en las organizaciones de mujeres. (El País, 31/12/2011).

¡Vaya! parece que Miguel Lorente también ha decidido subirse al popular carro de la culpabilización de las mujeres que están sufriendo violencia.

Como si no fuera suficiente que los maltratadores persigan a sus ex parejas, que no les pasen las pensiones, que les obliguen a vender el domicilio familiar para evitar el terrible acoso que ejercerán en caso de resistirse, que tengan que trabajar y cuidar a sus hij@s hasta la extenuación a la vez que reconstruyen sus vidas…e incluso que en connivencia con jueces retrógrados acaben robándoles a sus hij@s...

Que la sociedad condene a las víctimas es muy penoso, y por supuesto, refuerza las dificultades de las mujeres para superar la violencia, pero que lo haga el Delegado del Gobierno para la Violencia de Género resulta deplorable.

Supone una patética dejación de responsabilidades y una inoperancia bochornosa.

Si Miguel Lorente realmente quisiera evitar que las mujeres sigan siendo asesinadas por los hombres debería visitar (de incognito no en visita oficial) las comisarias donde no se cree a las mujeres y tampoco se les da prioridad para denunciar como dice la ley, donde no se recoge en la denuncia todo lo que dice porque es muy pesada, ni se mencionan las agresiones anteriores porque ya lo dirá en el Juzgado, aunque casualmente nunca se lo van a preguntar.

Si el Delegado del Gobierno quisiera entender el problema y encontrar una solución que no pasase por culpar a las mujeres, debería personarse en los juzgados. Allí se juzga a las mujeres víctimas por su incoherencia, se les cuestiona por su desequilibrio emocional y se les considera mentirosas y aprovechadas (mientras el policía nacional de turno, comenta con el acusado lo injusto y aberrante que le resulta que se le esté juzgando, con lo buena persona que parece, y que todo es culpa de las feministas esas, que le han comido el coco a Zapatero).

Debería indagar también la calidad del servicio de los Puntos de Encuentro en los que se sigue cuestionando a las madres y agasajando a los padres; debería informarse de cómo en los Servicios Sociales se hace mediación familiar en situaciones de violencia de género; debería enterarse como atienden l@s abogad@s de oficio a las mujeres durante no más de uno o dos minutos antes de entrar al juicio, sin conocer el caso, si querer saber de su historia de sufrimiento, sin ni siquiera identificarse ante la persona que se ve obligada a poner su futuro y el de sus hij@s en sus manos.

Si realmente le interesara saber por qué las mujeres no denuncian, debería preguntar a las que sí han pasado por ello, indagar el maltrato institucional sufrido a lo largo del proceso que muchas veces se han visto obligadas a abandonar; debería analizar las ridículas condenas a los maltratadores, estudiar cómo en los juzgado de lo penal se deniegan muchas sentencias condenatorias… y tantas y tantas situaciones humillantes, dolorosas, por las que pasan las mujeres que denuncian a sus parejas.

Además, sí quisiera hacer bien su trabajo, a continuación Miguel Lorente debería cambiar el funcionamiento de todas estas instituciones públicas “al servicio de las mujeres” y garantizar realmente que cumplen con el objetivo de sancionar y castigar la conducta de los maltratadores y facilitar a las mujeres el camino de la recuperación.

Así las mujeres que sufren violencia podrían confiar en las instituciones responsables de erradicar la violencia de género y denunciarían a sus agresores, que serían condenados y alejados de ellas, lo que les permitiría comenzar una nueva vida sin violencia y, probablemente después de estos cambios, tendríamos que lamentar menos muertes.

Pero mientras no tenga la valentía suficiente para arremeter contra tan arcaicas instituciones y transformar realmente su funcionamiento, ¡pues seguiremos gastando millones y millones de euros en comprar a las empresas de telefonía los dispositivos GPS y haciendo spots publicitarios! Pero si de lo que se trata es de ofrecer un titular para explicar los tres últimos asesinatos, resulta fácil: toda la sociedad sabe que la culpa la tienen las mujeres que no denuncian la violencia que están sufriendo.

sábado, 8 de enero de 2011

EL VALOR Y LA POTENCIA DE NAOMI RAGEN


Tenemos motivos para la ilusión I







Por ejemplo el valor y la determinación de la escritora y activista NAOMI RAGEN que se atrevió a denunciar la segregación entre hombres y mujeres en los autobuses de Jerusalén.

Una noticia que podría parecer solo alentadora a medias, pero que lo es mucho más si nos fijamos en el significado simbólico de la acción de Naomi Ragen de enfrentarse al sistema poniéndose en juego y demostrándonos que querer hacer algo es poder hacerlo y que además contó con el apoyo de otras mujeres que decidieron llevar el caso a los Tribunales.

ENTREVISTA: NAOMI RAGEN Activista contra los autobuses segregados por sexos

"Son talibanes. Atemorizan a la mujer en nombre de la religión"

ANA CARBAJOSA - Jerusalén - 08/01/2011

EL PAIS

El día que Naomi Ragen se subió a un autobús en Jerusalén hace seis años no sospechaba que iba a ser el inicio de un largo proceso judicial que culminaría el jueves con una sentencia del Tribunal Supremo. Tampoco pensaba que tras aquella excursión se la conocería como la Rosa Parks israelí, en alusión a la mujer que propició el principio del fin de la segregación racial en Estados Unidos.

El Supremo no ilegaliza los autobuses públicos en los que las mujeres se sientan en la parte trasera, mientras que los hombres lo hacen delante. Pero sí obliga a los conductores y autoridades a respetar a aquellas mujeres que decidan sentarse donde les plazca en los vehículos. Y ordena, además, instalar carteles en los que quede claro que la segregación por sexos no es obligatoria.

En Israel, hay más de medio centenar de líneas de transporte público segregadas por sexo, y conocidas como mehadrín. La población haredi -judíos ultraortodoxos- son los principales usuarios de este transporte, en el que se trata de evitar el mínimo contacto entre hombres y mujeres.

Todo empezó el día en que Ragen, novelista, judía ortodoxa, se subió en el autobús número 40 en un barrio ultraortodoxo de Jerusalén. Estaba vacío y se sentó en la parte delantera. En la siguiente parada, entró un hombre, que al verla, le pidió que se trasladara a la parte trasera. "Yo le dije que me sentaba donde quería", recuerda ahora en una cafetería de Jerusalén. Al poco rato, se subió un hombre grueso -calcula que unos 130 kilos- y que por edad podría haber sido su hijo. "Era un hombre sudoroso y se me abalanzó. Me gritaba y me decía que quién me creía que era para sentarme allí. Amenazó con llamar a la policía. Me insultaba explicando a los pasajeros que subían que yo no era una buena judía".

Dice Ragen, de 61 años, que sintió que no había marcha atrás, que si se levantaba significaría la rendición. "Así que le miré a los ojos y le dije que, si me traía un código de leyes judías que dijera que las mujeres deben sentarse detrás, me movería. Que si no, por favor, se apartara".

Ragen hervía por dentro y cuando se bajó del autobús puso una reclamación en la compañía de transportes que cayó en saco roto. Escribió un artículo en la prensa y ahí quedó la cosa. Hasta que dos años más tarde, las abogadas del centro israelí para la acción religiosa decidieron llevar a los tribunales su caso y el de otras cuatro mujeres religiosas que habían sufrido agresiones en autobuses. "Son como los talibán. Son unos pocos fanáticos que atemorizan a las mujeres en nombre de la religión", dice Ragen, autora de varios libros sobre la comunidad haredi.

La creciente segregación por sexos en los ambientes religiosos israelíes -tiendas, funerales, centros de salud, oficinas- es algo relativamente nuevo, explica Ragen. Esta judía observante cree que estas restricciones "no tienen nada que ver con la religión". Atribuye la renovada contundencia de los grupos más fanáticos a la lucha por el poder político y económico y al fuerte crecimiento demográfico de los haredim, que tienen siete hijos de media. "Los fanáticos son ahora los líderes. Radicalizan su discurso para acumular más poder", sostiene.

La indignación de Ragen es aún mayor si cabe entre la mayoría de los israelíes, menos observantes, frente al 11% que suman los haredim. Un sistema electoral que favorece la ascensión al poder de partidos pequeños convierte a las formaciones ultrareligiosas en imprescindibles a la hora de formar Gobierno. "Esto va a estallar algún día", vaticina Ragen.

En cuanto a la sentencia, la activista reconoce que es un éxito solo a medias. Que en parte se han cumplido sus expectativas porque en realidad ellas nunca pidieron la abolición de los autobuses segregados, porque quisieron ser tolerantes y respetar a los que quieran viajar separados. Pero también reconoce que va a ser muy difícil que las mujeres puedan decidir libremente dónde sentarse. Para contribuir al cambio, las activistas pondrán en marcha una línea de atención telefónica para las agredidas. Y pronto empezarán a realizar inspecciones sorpresa viajando en los autobuses. Eso sí, sentadas en los asientos delanteros.

2011: Feminismo en positivo


Queridas Milytantas:

Además de compartir con todas vosotras mis mejores deseos de que seamos tan afortunadas que podamos vivir rodeadas de amor, de afecto, de abrazos, de amistad... y de que logremos crecer y hacer crecer a las personas que nos rodean a partir de estas bases.

Empiezo el año visibilizando lo positivo que he encontrado en la prensa, para llevar esperanza y emociones a nuestras vidas y así ir tiñendo el futuro de energía positiva.

Hemos terminado el 2010 con la inmensa pena que nos invade por las 71 mujeres asesinadas por sus parejas y con las crónicas que en general, refuerzan las barreras de las mujeres para salir de esta situación, al culpabilizarlas por no denunciar y sobre todo, al no preguntarse por que los hombres maltratan en muchas ocasiones hasta la muerte a sus parejas, a las madres de sus hij@s, que es donde están las explicaciones del problema, ahí y en la ideología patriarcal que perdura.

También podríamos seguir hundiéndonos en la miseria al analizar la crisis económica y la tremenda injusticia que está suponiendo: el recorte o eliminación de los derechos sociales, la culpabilización de quienes menos tienen, la destrucción de los servicios públicos, el incremento de la desigualdad entre quienes menos tienen y quienes más acumulan o la pérdida del poder político frente a los poderosos que manejan los gbiernos a su antojo y en su beneficio propio.

Tantas y tantas noticias que podríamos destacar como ejemplos de injusticia social y de desigualdad entre mujeres y hombres.

Pero tenemos motivos para la ilusión.

Como la belleza de esta obra de

Zinaida Yevgenyevna Serebriakova (1884-1967)