miércoles, 22 de diciembre de 2010

Impresiones y reflexiones sobre el XXI Feminario de Córdoba

Lo más destacable de este fin de semana, como era de esperar, ha sido la amistad: el afecto, y el buen rollo que ha fluido entre las Milytantas viajeras.

Córdoba (feminismo institucionalizado y académico) no ha resultado tan estimulante intelectualmente como Granada (post…varias cosas entre ellas el feminismo), no me ha inducido a nuevas reflexiones (im)posibles, sino que ha potenciado mi faceta critica a lo establecido y también de decepción por lo posible.

Lamentablemente me siento ajena a los trans/post/bio con bigote de Granada, y al pensamiento flojo y al personalismo de Córdoba; afortunadamente encuentro en mis compañeras Milytantas un espacio cálido y acogedor para la reflexión y el crecimiento.

LAICISMO, RELIGIONES, EDUCACION Y CULTURA

Que me hubiera gustado

La ponente que más me estimuló fue Amelia Valcárcel, su exposición sobre la inevitabilidad del pensamiento religioso abrió un cauce para entender mejor nuestra sociedad y de esta manera, abordar más atinadamente la tan deseada separación del Estado y las iglesias. Lo más admirable es su conocimiento enciclopédico, capaz de englobar una cosmovisión global del tema, su habilidad para enmarca su exposición ofreciendo una explicación coherente de la realidad.

Me hubiera gustado que las ponentes hubieran tenido más tiempo para poder presentar una ponencia con mayor profundidad, que sus reflexiones me hubieran aportado conocimiento sobre la materia y alguna idea novedosa a partir de la que reflexionar, aprender y crecer.

Me hubiera gustado que estas aportaciones nos hubieran servido para reflexionar en grupo, para buscar alternativas de acción para el asociacionismo feminista y para el feminismo institucional, para pensar como sembrar la sociedad de personas a favor de la igualdad y de la separación Iglesia Estado. Por tanto, me horrorizó la proclama anti racional contra las religiones a pesar del discurso de Amelia Valcárcel analizando y explicando la inherencia del pensamiento religioso al ser humano.

Muchas de las exposiciones, que presentaron un marcado cariz partidista, me resultaron bastante descorazonadoras, es una vez y otra más y otra derrumbando mis últimos anhelos emocionales de vinculación a la opción del PSOE, ya que reflexivamente asumo que no es una elección coherente y que debo buscar en otros espacios políticos.

Es algo que me ocurre cada vez más en este tipo de cuestiones. Emerge de mi interior una gran contradicción.

Creo ¿o quiero creer?, que en el Partido Socialista hay mujeres valiosas, honestas y convencidas de que desde la Política, con mayúsculas, es posible introducir cambios importantes para la igualdad, para la vida de las mujeres. Mi trayectoria política emocional me induce a manifestarles mi apoyo, conozco la dureza de su tarea no sólo con la oposición, sino sobre todo con sus propios/as compañeros/as y me duele su soledad en esa misión por no dejar de pensar que están intentando algo muy importante y que a pesar de los pesares sería importante que pudieran contar conmigo. Pero inmediatamente la realidad se empeña en boicotear mis buenos sentimientos: veo grandes personalismos, veo comportamientos incoherentes con las doctrinas, veo profesionales de la política aferradas al sillón y sobre todo, dudo seriamente de si mi impulso contribuiría a perpetuar situaciones sociales de discriminación, al desactivar las críticas más que a transformar la realidad.

Me gustaría (¡de qué manera!) poder decir: compañera, cuenta conmigo, con mi voto, con mi colaboración y con mi empuje para erradicar la ideología patriarcal y las estructuras sociales que la sustentan, en la sociedad, en la cultural, en el Partido socialista...

Pero ciertamente, después de tanto tiempo, sé que mi voto no sería utilizado ni para eso, ni lamentablemente tampoco para trabajar por la justicia social, la redistribución de la riqueza, ni para empoderar a quienes carecen de poder, ni siquiera para promover una mejor comprensión del mundo velado por el consumismo y el individualismo, que permita pensar formas alternativas de vida y de relación.

Cuando las compañeras extremeñas aportaron al debate los datos de cómo la Junta de Extremadura dedica muchos más recursos a la Iglesia católica que a la igualdad (tal y como sucede en la Junta de Castilla La mancha, ambas socialistas), hubiera querido que juntas lamentáramos la situación (reconociendo las grandes barreras a la igualdad que erigen los “compañeros socialistas” y su falta de compromiso para alcanzarla, cuando no su fuerte negativa frente a los logros alcanzados que sólo perciben como amenazas) e indagáramos estrategias en las que enfocar colectivamente nuestra energía feminista para transformar esa situación. Nada similar a lo que pasó en realidad: se ignoró la crítica y por tanto, la posibilidad de intervención para el cambio.

Por último sólo dos puntos más:

Cada vez estoy más convencida de que, para mí no es admisible, teorizar o trabajar por el feminismo (la justicia social, la autoridad femenina, el reconocimiento del trabajo de las mujeres,… la igualdad…) y no transmitir esos mismos valores en el comportamiento cotidiano, en las relaciones con otras personas. Es más valioso filtrar feminismo con los hechos que lanzar consignas desde la tarima.

En Córdoba no oí la voz del interior, del corazón de las mujeres, de los sentimientos, de los afectos, las preocupaciones diarias, los anhelos personales, el papel de ese pensamiento religioso en nuestra identidad. Hubiera estado bien.